Por Mariela Fernández.
Decía Aranguren que la ética es primariamente personal en cada hombre, quien dependiendo de la situación en que se encuentre tiene que decidir qué va a hacer. En el caso de los intérpretes que trabajan en contextos marcados por la violencia, la necesidad imperiosa de supervivencia, la exigencia de cumplir un papel no solo de mediador sino de representación de la jerarquía militar o administrativa de que se trate, suelen anular cualquier atisbo de esta ética personal. Esto no significa que el cuestionamiento sobre las consecuencias de su trabajo no se produzca. Cuando sucede, las reflexiones contienen una gran carga emocional transmitiendo un sentimiento de verse atrapados y oprimidos por el gran remolino de la historia. Iniciamos este análisis con un relato de ficción...
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