Es posible que el consumidor estadounidense, héroe del escenario económico de ‘no aterrizaje' que hace vibrar los corazones de Wall Street y del mundo, pudiera estar ralentizándose un poco. La prueba clave: un débil informe de gastos de consumo personal (PCE, por sus siglas en inglés) de abril. Sin embargo, desde hace uno o dos días, el discurso de la desaceleración económica sigue apareciendo en los medios de comunicación y en los mails de diversos bancos, brokers y centros de investigación. Aquí, por ejemplo, Paul Krugman en el New York Times:
"La gran narrativa del año pasado -'desinflación inmaculada', inflación que baja gradualmente hasta una tasa aceptable aunque no hayamos tenido la recesión que algunos economistas insistían en que era necesaria- vuelve a estar en marcha. La gran pregunta ahora es si, habiendo descubierto que no necesitábamos una recesión, la tendremos de todos modos... Creo que la Fed debería empezar a recortar las tasas, y pronto".
Ayer, esta narrativa recibió otra prueba de apoyo, en forma de la Encuesta de Ofertas de Empleo y Rotación Laboral (Jolts) de abril.
Alerta inversores: hay tensiones monetarias en el horizonte
La encuesta mostró que las ofertas de empleo cayeron con fuerza respecto a marzo (desaparecieron unas 300.000 ofertas, una reducción de 4%). Con ello, la proporción entre ofertas de empleo y desempleados se sitúa en 1,24, lo que se parece mucho a la normalidad anterior antes de la pandemia.
Hay dos maneras de responder a esto. Una de ellas es que el mercado laboral ha vuelto a la normalidad, que la presión salarial y la inflación van a seguir cayendo y que ahora la política de la Reserva Federal puede volverse acomodaticia. Por ejemplo, Ron Temple, de Lazard, señaló: "Se acumulan las pruebas de que la Fed debería empezar a relajar...El informe laboral, junto con la mejora de los datos de inflación de abril, debería hacer que los inversores empezaran a aumentar las probabilidades de que la Fed reduzca las tasas".
La otra forma de responder es: esto está bien, pero si las cosas se ralentizan de verdad, en algún momento no serán las ofertas de empleo sino los puestos de trabajo reales los que desaparezcan, y eso sería malo, así que por favor, Fed, recorta antes de que las cosas empiecen a ir mal.
El gobernador de la Fed, Chris Waller, fue bastante premonitorio en su opinión de que, en este ciclo, la menor demanda de mano de obra se manifestaría en la caída de vacantes en lugar de en la pérdida de puestos de trabajo. En su opinión, este fenómeno se ha producido históricamente cuando la tasa de vacantes (aperturas/empleo) se sitúa por encima de 4,5%. La tasa, que alcanzó un máximo de 8% en la primavera de 2022, se sitúa ahora en 5,1% y desciende constantemente. Por lo tanto, no es descabellado pensar que, con las tendencias actuales, la pérdida de puestos de trabajo podría estar en nuestro futuro, trayendo consigo el riesgo de recesión. Se trata de saber si estamos viviendo una normalización post-pandemia o una desaceleración económica.
Busquemos otras señales. Días atrás analizamos el informe del PCE y llegamos a la conclusión de que un mes de gasto débil no implica una desaceleración, pero la caída del ingreso disponible era un mal presagio. Otro indicador de la fuerza del consumidor, las ventas minoristas, tampoco fue concluyente. Las ventas minoristas de abril se mantuvieron estables, pero la serie es muy irregular.
La revisión a la baja del PBI real del primer trimestre que asustó a todo el mundo la semana pasada podría haberse esperado, dado que el tercer y cuarto trimestres del año pasado fueron tan extraordinariamente fuertes.
Los mercados no pueden seguir ignorando la posibilidad de un segundo mandato de Trump
En cualquier caso, la tasa revisada de crecimiento del PBI, 1,3%, sigue siendo significativamente positiva y no está lejos de la tendencia de crecimiento de Estados Unidos. Podría tratarse de una imagen de normalización benigna. Las noticias realmente desalentadoras proceden de los datos de encuestas, como el ISM manufacturero. Los últimos datos se publicaron el lunes y fueron pésimos. [En mayo, los nuevos pedidos cayeron 3,7 puntos hasta 45,4, la mayor caída desde junio de 2022].
No hay nada bueno que decir al respecto, salvo alegar que las bajísimas lecturas de principios de 2023 no supusieron un desastre económico.
Don Rissmiller, de Strategas, el menos histérico de los economistas de Wall Street, afirma que es demasiado pronto para hablar de un punto de inflexión económico. Afirma que en este ciclo, los dos indicadores que han proporcionado la señal más confiable -los que antes sugerían que la tan temida recesión no llegaría- fueron la tasa de desempleo y los spreads crediticios. Ambos siguen teniendo buen aspecto. "¿Es posible que la economía se esté ralentizando? Claro, pero eso es lo que se supone que debe hacer una política monetaria restrictiva, y si lo hace sin que aumente el desempleo, son buenas noticias, no malas".
Las tasas altas ponen en jaque al capital privado
Dario Perkins, de TS Lombard, está de acuerdo. "Mucho de esto es ruido", dice sobre los datos de abril. La pandemia ha alterado los patrones estacionales normales. Es el aumento del desempleo lo que marca la diferencia entre la normalización y el riesgo de recesión, porque el desempleo trae consigo un menor gasto, menores ingresos empresariales y una menor inversión. Así que todas las miradas estarán puestas en el informe de empleo de mayo del viernes. Pero la baja tasa de desempleo (sigue siendo inferior al 4%) y la constante relación empleo-población en edad productiva (más del 60%) ocultan una historia algo más preocupante, como me señaló Skanda Amarnath, de Employ America.
La razón de que la tasa de desempleo sea baja es que las renuncias y los despidos siguen siendo bajos: los trabajadores y los empresarios no están dispuestos a arriesgarse a cambios. Esto oculta una tasa de contratación bastante baja y en claro descenso: "Si la contratación sigue cayendo, vamos a tener problemas", dice Amarnath.