El abandono de las áreas silvestres protegidas se viene produciendo desde hace varios gobiernos, pero se ha visto exacerbado en los dos años de la administración Chaves Robles.
Albergar el 5 % de la biodiversidad mundial, mantener protegidos ecosistemas representativos de toda la geografía nacional e incluso de Centroamérica, saber que los recursos de capital natural representan el 23 % del producto interno bruto (PIB) y poseemos más de 178.000 kilómetros cuadrados del territorio bajo modelos de conservación no parece ser suficiente para entender que su gestión debe ser prioritaria en las políticas públicas y la agenda del Estado.
Según el Programa Estado de la Nación, el presupuesto destinado al sector ambiental, comprendido por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo) y la Comisión Nacional de Gestión de la Biodiversidad (Conagebio), entre el 2019 y el 2023, disminuyó un 31,9, un 31,1 y un 47,7 %, respectivamente.
El del Instituto Costarricense de Pesca y Acuicultura (Incopesca) extrañamente creció un 63,8 % en ese período. Hay números que no calzan en esta ecuación, que está completamente desequilibrada.
El presupuesto del Sinac ronda los ¢27.000 millones, es decir, que por cada hectárea se dispone de apenas ¢1.516 anuales para la conservación.
Si de funcionarios hablamos, la institución cuenta con aproximadamente 1.100, de los cuales solamente un 50 % está en las ASP efectuando labores de campo, en unos 320 kilómetros cuadrados o 32.000 hectáreas por empleado.
Pero además de esos decepcionantes números, están las condiciones en que subsisten los puestos operativos en las áreas silvestres protegidas, donde tampoco hay combustibles para labores de vigilancia ni materiales, y mucho menos para invertir en mejoras.
Lo peor es que seguimos mendigando ayuda internacional, lo cual nunca cuestionaré, dada su importancia y lo que ha significado durante los más de 50 años de preservación de la biodiversidad.
Seguir apostando por mantener el sistema de ASP con donaciones no solo es inapropiado, sino también incierto. Deben buscarse mecanismos para la autosuficiencia financiera. Si la regla fiscal es el impedimento, entonces, que la Asamblea Legislativa procure los medios para eximir al Sinac, aunque sea transitoriamente, mientras alcanza como mínimo un balance que permita la apertura de un fideicomiso sólido y sostenible.
Si a esta débil gestión se le suma que, inexplicablemente, se retienen recursos entregados al país para la descarbonización por medio de la recuperación de bosques y su conservación, por ejemplo el proyecto REDD+ del Banco Mundial, las cosas se complican aún más.
Jinetear el dinero, retenerlo injustificadamente y dejar a las ASP y sus entornos sin recursos para mejorar las condiciones de vida de las comunidades es irresponsable y denota el desinterés hacia el patrimonio natural.
Insto al ministro de Ambiente a dejar la comodidad de su despacho, a ponerse las botas de hule para que vaya a patrullar o realizar labores de mantenimiento y distintos trabajos de campo.
Sería un buen ejercicio que pase varias noches a la intemperie, expuesto a las bajas temperaturas del Parque Nacional Volcán Turrialba, o efectúe operativos de control en los puntos ilegales, o que camine 15 kilómetros en las playas de Tortuguero, donde operan los saqueadores de huevos de tortuga, e incluso que vaya a apagar incendios en las áreas protegidas de Guanacaste.
Honestamente, no creo que tenga interés, y se necesita mucha valentía para acompañar a los guardaparques durante sus tareas, quienes despliegan vocación y patriotismo al cumplir con su misión entre las carencias, actuando porque lo llevan en la sangre.
Es hora de un cambio, de acción y de que de una vez por todas los poderes Ejecutivo y Legislativo tomen la agenda ambiental en serio.
Deben entender que estamos ante una crisis ambiental muy seria a consecuencia del cambio climático, que ocasiona escasez de agua y pone en peligro las capacidades de producir alimentos y energía.
Las especies y ecosistemas se vuelven sumamente vulnerables y miles de personas se exponen a una inminente desmejora de su calidad de vida.
Las áreas silvestres protegidas son uno de los mecanismos más eficaces para mitigar estos efectos. Invertir en la conservación y la restauración de la naturaleza es una acción para la supervivencia.
El autor es especialista en gestión de áreas protegidas y restauración ecosistémica.
