En el Sardinero asomó ayer el primer brote verde de la temporada 2024-2025. Sí, esto es así. Antes de acabar este horrendo ejercicio que no olvidaremos, el mensaje de Víctor Fernández en la sala de prensa, una vez consumada la victoria (0-2) ante el supersónico Racing de Santander, ya huele a futuro. Porque lo que se ha cerrado hoy es un sendero lleno de espinos y plantas muertas por el que hemos transitado un año más.
Llegaba el Real Zaragoza a un Sardinero eufórico, pagado de sí mismo. Todo apuntaba a una fiesta del racinguismo celebrando al menos su play off y así lo dispuso su afición. Enfrente, un Zaragoza valiente pero escaso de calidad debía dejarse el alma por una victoria que le diese la vida presente y futura. Y la luz muy pronto se hizo alumbrando el escudo del león. Una delicada combinación entre Maikel Mesa y Toni Moya acabó con el balón en los pies de Azón, quien con descaro había roto los espacios a los centrales cántabros. Su definición, un tanto ruda, ajustó el 0-1 con un golpeo raso y rectilíneo.
Magnífico inicio y magnífico guión el que se abría en el horizonte. El Racing programó su maquinaria y eligió jugar a lo que sabe, contando con que el reloj se había convertido en su enemigo. La primera muestra había llegado a los 30 segundos del comienzo, cuando Peque puso a prueba a Edgar Badía. El portero ahí estuvo para iniciar con una gran parada una sucesión de intervenciones que lo acabarían convirtiendo en uno de los héroes de la tarde. Y las demás, después del gol.
Los de José Alberto tiraron de repertorio, amplio y rico, y tras unos balbuceos avispas, apretaron los dientes y acorralaron al Zaragoza. El lateral izquierdo, frágil y permeable por la debilidad de Lecoeuche y el desajuste de Liso, era la brecha elegida para transitar con descaro y propiciar taquicardia en la fiel afición aragonesa y desorden en el equipo de Víctor. Arana, respondido magistralmente por Badía, Peque, inexacto en un remate en el minuto 17 e Iñigo, que centró un delicioso balón que no encontró amigo, fueron los gestores de sendas oportunidades.
El Zaragoza sufría y la fortuna y el acierto de sus chicos, a partes iguales, lograron sostener el vendaval cántabro. Para ello encontraron en el paso del tiempo a su principal aliado. No había suficiente oxígeno para respirar, pues el Racing jugaba con una velocidad y una inteligencia de alto nivel. Badía fue acumulando acciones de mérito, como el inverosímil despeje a córner tras tiro curvo de Aldasoro.
El Zaragoza sufría, decimos, y contenía a la galerna cántabra con rasmia y devoto esfuerzo. Incluso se alargaba hasta los dominios de Ezkieta. En una de esas prolongaciones tuvo una magnífica ocasión en las botas de Liso, tras jugada bien hilada. Su chut, sin embargo, fue rechazado mínimamente por un defensa y cayó a córner. Habría sido singular, de haber sido gol, que el débil rematase con tanta solvencia al gigante.
Para devolver el partido a su estado natural, el del dominio apabullante del Racing, Peque se lió el balón a sus botas y a su cabeza y asustó en sendos remates al equipo aragonés, sin éxito de nuevo. Pero el cántaro tenía que romperse. Y lo hizo en el minuto 41. Martín recogió un balón suelto en el borde del área y se sacó un remate esquinado y rugoso que acabó en al red de Badía. Se desató el júbilo en el campo y en la grada pero el VAR avisó al colegiado, Galech Apezteguía, de que Alves había golpeado en la cabeza a Francés en el salto previo. La revisión en la pantalla permitió que el gol fuera anulado, amortiguando, así, la desmesurada celebración.
El descanso supuso una ruptura de la volcánica actuación del Racing y un alivio en la escuadra zaragozana. El partido seguía disponiendo un campo de minas en el que el Zaragoza tendría que moverse durante toda la segunda parte, con menos argumentos para mantener el resultado que el Racing para voltearlo. Aún así, Azón casi rompe los temores con un cabezazo que tenía la etiqueta del gol colgando del balón. Erró, pero iluminó la tarde.
El Racing mostró signos de confusión. Parecía que el reloj era su mayor obstáculo y en seguida vimos que sus ideas no eran tan claras como en la primera parte. Eso, no obstante, no impidió que retomase su guión y atacase con fruición la porter´ñia de Badía. El catalán mantuvo su alto nivel y en el minuto 57 rechazó un chut untado en curare con su pie derecho. Era muy evidente que había que rechazar los embates locales y adormecer el partido. La defensa del Ebro se hundió un tanto y eso permitió que el Racing viviese muy cerca del arco rival. Peligro.
La lesión de Vicente, gran jefe local, abrió las posibilidades para transformar el paisaje. Víctor quitó a Liso por Valera y poco después puso a Enrich y Gámez en el campo. Energía y dinamismo en un momento en que los chicos de José Alberto comenzaron a bombear más con el corazón que con la cabeza. De ello, y de la mayor explosividad de los recién incorporados, se aprovechó el Zaragoza. El campo se niveló, y lo que antes era un tobogán hacía Badía ahora era una llanura cada minuto más plana.
La respuesta blanquinegra fue fulminante: tres delanteros al césped y a por ellos. El Racing puso todas las anchoas en la cesta y el Zaragoza se aprestó a repeler todas las jugadas de ataque. Era una tronada desmelenada contra una Puerta del Carmen heroica de por más. Todo podía pasar: el empate o el sostenimiento de la victoria por la mínima. Lo que casi podía imaginar es que se fracturase el partido con un segundo gol aragonés. No cabía esa posibilidad, más porque era un sueño demasiado bello que porque fuese posible. Pero esto es fútbol, amigos. Y en este bendito deporte cabe que suceda lo inesperado. Es más: a estas alturas de la temporada no podemos extrañarnos de que un equipo meta en un pozal toda el agua del Cantábrico, por irreal que parezca. Y eso es lo que hizo el Zaragoza.
Valera se quedó el balón, hizo un quiebro mágico con el que se deshizo de dos oponentes, y le regaló el balón a Gámez. Su carrera por la banda, corta y explosiva, sirvió para que diese un pase de la muerte de manual a Enrich. Y ahí estaba el redivivo delantero para hacer el segundo. Ahí estaba la firma definitiva que acababa con la respiración asistida y llevaba al equipo, al club, a la afición, a la ciudad a Territorio Esperanza. El segundo gol de un delantero sin voz que ha recuperado la sintonía con el gol en el momento más inesperado y necesario.
El partido se durmió. El lecho elaborado por los chicos de Víctor fue el acomodo perfecto para un final soñado y por muy pocos esperado. Ahora, a construir el futuro. Porque lo que ayer expiró es el relato mortecino de unos dirigentes anclados en la mediocridad y que han recibido el nítido mensaje del paladín del zaragocismo. Porque lo que debe empezar a nacer hoy mismo es el proyecto que la entidad debe construir y su afición, vilipendiada por las élites y masacrada por la Historia, se merece.
Racing C Santander:
Ezkieta; Dani Fernández (Sangalli, 78), Hernando, Rubén Alves (Baturina, 88), Saúl García; Aldasoro, Morante (Grenier, 78); Andrés Martín (Lago Junior, 78), Peque, Íñigo Vicente (Mboula, 64); y Arana.
Real Zaragoza:
Badía; Mouriño, Francés, Jair, Lecoeuche; Moya, Grau; Mollejo (Gámez, 73), Maikel Mesa (Sergi Enrich, 73), Liso (Valera, 66); y Azón (Cuenca, 87).
Goles:
0-1, min. 3: Azón. 0-2, min. 89: Sergi Enrich.
Árbitro:
Galech Apezteguía (Comité Navarro). Amonestó a Saúl García (12), Moya (21), Jair (29), Morante (38), Grau (39), Peque (45+4), Mollejo (68), David Fernández (71), Valera (77) y Lecoeuche (93).
Incidencias:
Partido de la Jornada 41 de LaLiga Hypermotion 2023-24 disputado en el estadio del Sardinero, con 22.000 espectadores.
Badía: 5. Inmenso El verdadero héroe de la tarde.
Mouriño: 2. Incómodo y en ocasiones desnortado.
Francés: 4. Serio y consistente. Es fundamental.
Jair: 4. Gran partido. Rocoso y gobernante.
Lecoeuche: 2. Sufrió lo que nadie sabe.
Jaume: 3. Adecuado al partido. Interpretó bien el partido.
Toni Moya: 4. Equilibrio, gobernanza y proyección.
Mollejo: 3. Su energía fue importante. Se desgastó.
Maikel Mesa: 2. Ralentizó el juego y su aportación fue escasa.
Iván Azón: 5. Enorme partido. Se vació y goleó. Lo dio todo y lo hizo bien.
Liso: 3. Un tanto agarrotado a veces eligió mal. Aún así, aportó peligro.
Valera: 3. Decisivo en el segundo gol. Aportó rasmia y potencia.
Gámez: 3. Corrió la banda, abrió caminos y asistió el segundo gol. Merecido.
Enrich: 3. Agitó el partido y lo finiquitó con su gol. Nos dio la paz.
por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello
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