El lente de una imaginaria cámara presidencial filma y expone como objetos pasivos a los integrantes de su gabinete.
El 8 de mayo, don Rodrigo Chaves despidió a la presidenta ejecutiva del INS, Mónica Araya, sin explicaciones. Dos semanas después, la viceministra académica del MEP, Karla Salguero, corrió la misma suerte.
Anteayer, al mencionar las instrucciones que deberá seguir la vicepresidenta y ministra Mary Munive, en una próxima asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), utilizó esta frase: “Yo la miro a los ojos y le digo: ‘Me va a doler mucho despedirme de usted’, y esa no es una amenaza, es que lo dice un presidente que confía en la integridad y valentía de una excelente funcionaria pública”.
¿Qué revelan los anteriores y otros ejemplos de similar índole que vienen a la mente? En la superficie, el estilo vertical y unidireccional que impera en la cúpula del Ejecutivo; en el fondo, algo más: una distorsionada relación entre el presidente y sus inmediatos colaboradores, en que el primero es el sujeto, parte activa o emisor, y los demás receptores pasivos de sus dictados o reproches.
No sé si en la intimidad del Consejo de Gobierno habrá intercambios intensos, discusiones esclarecedoras y disensiones respetadas. Lo dudo. Presiento, sin embargo, que, al regresar a sus respectivos ministerios, tras la puesta en escena semanal, varios jerarcas, ya liberados, ejercerán su autonomía con mayor o menor éxito. A lo que me refiero es a la dimensión pública de la relación; al lente de una imaginaria cámara presidencial que, desde su posición suprema y activa, dirige, filma y expone como objetos pasivos a los integrantes de su gabinete.
Mi observación no surge de una agudeza personal, sino del documental Brainwashed: sexo, cámara y poder, del 2022, que vi hace pocos días. En él, la realizadora estadounidense Nina Menkes examina las formas de representación femenina prevalecientes en el cine. Su postulado: mediante una serie de sujetos activos, como direccionalidad, enfoques, movimiento de cámaras, iluminación y miradas masculinas, la tendencia ha sido tratar los personajes femeninos como sus objetos, tal como ocurre en relaciones de poder asimétricas.
Es, precisamente, la asimetría que revela la amenaza velada a una alta funcionaria, o el despido de otras sin dar razones. Que en los tres casos de los últimos días los “objetos” hayan sido mujeres no parece mera coincidencia.
Correo: radarcostarica@gmail.com
X (anteriormente, Twitter): @eduardoulibarr1
El autor es periodista y analista.
