Se ha querido hacer de Velázquez un precursor de la deconstrucción. La prueba: su gusto por los enanos, los bufones y los locos. ¿Cómo un genio de la corte real española no iba a echar el ojo más crítico sobre ella? Llegaba en la hora de su decadencia. No era más que una olla de grillos, maraña de intrigas, apilamiento de bajezas. Felipe IV, rey holgazán, estaba bajo la dominación del Conde Duque de Olivares, y los festejos del Buen Retiro se desarrollaban como una tapicería hecha adrede para esconder el imperio de se desmoronaba por todas partes. ¿No es siempre el artista un contestatario? ¿No se opone la poesía al poder? Un poeta oficial, un pintor «de la Cámara...
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