Después del
Madrid-Bayern, con la habitual remontada final y el escándalo arbitral de tantas ocasiones, una filmación recogió desde el césped un hecho insólito. Tras la celebración madridista en el terreno de juego y
mientras los jugadores desfilaban eufóricos hacia el vestuario, Antonio
Rüdiger cogió la pantalla del
VAR con la dos manos y le pegó un señor beso. De bien nacidos es ser agradecidos y, ciertamente, un tanto de
Joselu y el gol anulado a
De Ligt en el último suspiro dependieron de la decisión de la tecnología aplicada al fútbol.
VAR o no
VAR, esta es la cuestión. Al alemán, tan buen central como peculiar en su gesticulación, sus aspavientos e incluso en la forma de correr, ese beso le salió de dentro.
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