Si hay una
seña de identidad del Giro de Italia a lo largo de su historia es su
dura y variada montaña, decisiva en la gran mayoría de ediciones. La accidentada orografía del país transalpino, con dos grandes bloques o sistemas montañosos como son los
Alpes y los Apeninos, hace que la organización del Giro cuente con el mayor abanico y opciones de elaborar grandes etapas de montaña que pueda tener una gran vuelta, más que el Tour o la Vuelta.
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