La Palma tiene centenares de estaciones rupestres con grabados soliformes, circulares o meandriformes, únicos en Canarias. Son los petroglifos que inspiraron las famosas espirales del escultor Martín Chirino (Las Palmas, marzo de 1925-Madrid, marzo de 2019). El yacimiento rupestre más importante de la Isla es el Parque Cultural La Zarza y La Zarcita, pero hay otro que atesora el panel más espectacular de la geografía palmera y probablemente de toda Canarias: El Verde. La primera referencia de este yacimiento es del pasado siglo, pero en junio de 2005, un descubrimiento astronómico le ha otorgado un estatus superior, más allá de que custodie la espiral de mayor tamaño localizada hasta ahora. El Verde, sin ningún género de dudas, es un marcador del solsticio de verano, tal como ha certificado el astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias Juan Antonio Belmonte.
El profesor de Historia Miguel Martín González (Santa Cruz de La Palma, 1960), la persona que más ha investigado los yacimientos arqueológicos vinculados a la cosmovisión de los primeros habitantes de La Palma, se dirigía a la estación rupestre de La Fajana para ver la puesta del sol en el día del solsticio de verano de 2005. El Verde y La Fajana están muy cerca, en el municipio de El Paso.
Los grabados de La Fajana son aparentemente de motivos solares y “fui a ver la puesta para disfrutarla y confirmar algunas mediaciones que había hecho en el ordenador con mis programas estelares”. Como era temprano, primero paró en El Verde y se sentó en un asiento natural entre dos grandes piedras que denominan “el trono”, pegado al panel en el que se grabó la mayor espiral indígena de la Isla. Y no se levantó hasta que el sol desapareció del horizonte.
Martín rememora para Canarias Ahora-elDiario.es aquella tarde. “Esperaba a que el sol se pusiera y me iba percatando que la luz empezaba a entrar justo en una grieta natural, en una muesca con forma de triángulo”, ubicada en un pequeño roque en frente del “trono”. Ante su asombro, observó como “el sol se encajaba perfectamente en esa muesca”. Martín González ha visitado este marcador solsticial en muchas ocasiones tras el descubrimiento, teniendo en cuenta, matiza el historiador, “que el solsticio de verano para los antiguos no era un día, como el solsticio astronómico, sino que es un abanico de diez o doce días en medio de el día del solsticio astronómico”; en ese periodo, el fenómeno se repite de manera inalterable. Hay que señalar, añade el profesor de Historia, que “solsticio significa sol quieto; sale y se pone por los mismo sitios durante esos días”.
Martín González tiene clara la vinculación de los grabados de El Verde -13 paneles de motivos geométricos- con el fenómeno astronómico que descubrió en 2005. El emplazamiento del yacimiento, opina, “no es nada especial: está escondido en el fondo de un barranco, no tiene nada significativo y ni siquiera una visión amplia del paisaje, todo lo contrario”. Sin embargo, “ese roquito que está a menos de cincuenta metros y con ese muesca en la parte superior por la que penetra el haz solar es la clave”. Está convencido de que grabaron los petroglifos “aquí por ese momento que era muy importante para ellos”. Este episodio astronómico, sentencia Martín, “les permitía controlar el tiempo al tratarse de un marcador del solsticio de verano”.
Unos pocos años después, según ha declarado a este periódico Juan Antonio Belmonte, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y una de las autoridades mundiales en arqueoastronomía, se confirmó este descubrimiento astronómico vinculado a la arqueología palmera. “La fenomenología es singular y ha sido verificada a posteriori por otros equipos”.
El solsticio de verano, argumenta Belmonte, “es un jalón importante del año trópico. Es muy probable que la población aborigen de La Palma lo usase como heraldo del conteo de las lunas que cubrirían el año y, por tanto, como un hito importante de su calendario”. El astrónomo sentencia que “casi con certeza, este calendario debió de ser un año lunisolar con años de doce lunaciones y, eventualmente, años intercalares con trece lunas”.
Después de este descubrimiento, Martín siguió explorando este yacimiento y su vinculación con el celaje. “Hay un grabado que está esculpido hacia el poniente”. Se trata de una espiral pequeña que “está casi escondida”. Dos años después del descubrimiento del marcador solsticial, recuerda el investigador, “fuimos a ver si se producía con la luna durante el lunasticio mayor” –fenómeno que se produce cada 18 años- y “nos dimos cuenta que la luz de la luna se marca sobre ese panel rupestre, un grabado al que nunca le da la luz solar, es un caso raro. Te marca el lunasticio de invierno. Se ve perfectamente”.
Juan Antonio Belmonte, en un artículo que publicará en el próximo número de Paralajes, la revista del IAC, además de abundar en las declaraciones que hemos recogido en los dos primeros capítulos de esta serie de tres titulada La Palma arqueológica, los astrónomos del pasado, el astrónomo escribirá sobre un petroglifo singular localizado en la montaña de Braulio, en el municipio de Puntagorda, con un evidente parecido al perfil La Palma.
Este grabado es uno de los mayores encontrados en la Isla y “no está asociado a ningún conjunto”, nos cuenta Jorge Pais, el arqueólogo que mostró a Belmonte este yacimiento y que también nos guió y nos ilustró con su magisterio durante la visita que cursamos a Las Lajitas y a Puntagorda el pasado 16 de abril.
“Trabajado de una manera diferente a la mayoría de grabados de La Palma”, apunta Belmonte, sobre una superficie rocosa de algo menos de tres metros cuadrados, “el petroglifo parece representar el mundo conocido” de los antiguos palmeros. Pais, por su parte, afirma que el supuesto mapa “está perfectamente orientado con respecto a los puntos cardinales”. El yacimiento se completa con otro pequeño grabado de aspecto soliforme, situado, explica el astrónomo, “a levante del motivo principal; por tanto, en la zona del horizonte por donde se produce el orto solar”. Además, hay una serie de canalillos y cazoletas que podrían servir, según los expertos consultados, “para la realización de prácticas de magia simpática, con el fin de atraer el elemento más necesario para la comunidad isleña: el agua”.
El mapa tiene en su interior una cazoleta, y casualmente está ubicada en el lugar en el que se encuentra la Caldera de Taburiente, aunque proporcionalmente está a menor escala de la superficie real de este espacio natural, uno de los cuatro parques nacionales de Canarias. Juan Antonio Belmonte sostiene que el contorno del grabado que nos recuerda el perfil de La Palma tiene “una gran precisión morfológica, métrica y de orientación”. El punto de vista desde el que se plantea el grabado se sitúa en el borde norte de la Caldera. “Es precisamente desde allí donde se puede ver la totalidad de la Isla con solo desplazarse a tres puntos de ella: Roque Palmero, Roque de los Muchachos y Pico de las Nieves”.
Belmonte destaca que “el error medio en su definición es inferior al 8% respecto de las dimensiones de la Isla, un logro enorme”, amplifica el astrónomo del IAC, “para una representación realizada, casi con certeza, a ojo de buen cubero y de memoria, dado que desde el propio grabado la panorámica es mucho más limitada”.