Aitana Bonmatí lleva meses paseando con orgullo el Balón de Oro que ganó el pasado mes de octubre en París gracias a una temporada 2022-23 histórica en lo colectivo y brillante en lo individual. Posiblemente los focos del éxito, el aluvión de peticiones periodísticas, comerciales y de diferente índole le hayan obligado a emplearse con mayor ahínco en poder centrarse únicamente en el fútbol, uno de los lemas de vida que la caracterizan. Su condición de humana le ha hecho por momentos no poder desplegar esos quilates del año pasado, desgastada también por un calendario mortal y un verano plagado de exigencia y emociones. Pero aún así, la mejor jugadora del mundo sabía que iba a llegar un momento de la temporada en el que debería volver a echarse al equipo a la espalda y ejercer de líder en lo futbolístico y en lo anímico, para ejercer de altavoz fuera del campo y de referente sobre el verde. Y así ocurrió.
Aitana tomó la palabra en la previa para dejar claro que no se iban a dejar nada en el tintero. Para recordar que lo habían conseguido antes, citando la pasada final de la Champions, y para repetir una y otra vez que confiaba en sus compañeras.
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