‘Legionarios’ es una serie de Revista Dominical, en la que le ofreceremos historias de costarricenses que destacan como profesionales, emprendedores y/o líderes en el extranjero. Si conoce de un caso que le gustaría sugerirnos, por favor escríbanos a revistadominical@nacion.com.
Siempre tuvo esa espinita: viajar, ir a vivir a otros países. Cuando la pandemia puso en jaque el trabajo de todos los artistas y el mundo transitaba el miedo y la incertidumbre, Carolina Lett Calvo se debatió entre solo dos opciones: irse a México o quedarse tranquila en Costa Rica y olvidarse de aquel anhelo. Ganó su sueño y, junto a su pareja, se propuso que tendría dos años para ahorrar, salir de deudas, proyectarse y organizarse para aquel cambio.
Así, durante 24 meses, la diseñadora de arte y gestora cultural hizo unas 20 ventas de garaje. No solo tenía que vender todos los enseres de su casa, sino también una bodega de arte repleta. Sin saber el trasfondo, la gente le comentaba admirada que cuántas cosas estaba vendiendo últimamente. Fuera del ojo público bullían los planes.
Hace más de año y medio, la mujer que estudió en Argentina, en el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina y la Escuela Profesional de Cine Eliseo Subiela, se instaló en Ciudad de México, esa urbe que había visitado para disfrutar de conciertos como Depeche Mode o The Cure –la música es una de sus grandes pasiones–, que siempre le ha fascinado porque es caminable o se recorre fácilmente en bici.
Desde entonces, México se volvió su casa. “No me he sentido extranjera; me he sentido muy bien”, asegura con su gran sonrisa esta artista de 37 años, conocida por su trabajo en la dirección artística de películas como Entonces nosotros, Ceniza Negra y Atrás hay relámpagos.
Atrás hay relámpagos: sororidad y rebeldía en el cine tico
En ese país ha afrontado un auténtico tour de force, que ella ha transitado feliz y realizada. No ha parado de trabajar como directora de arte y como decoradora en series para televisión –entre ellas una para la plataforma de streaming Amazon–, publicidad y proyectos musicales, por lo cual Carolina no deja de agradecer por las oportunidades y posibilidades.
Se sentía fuerte, feliz y sana; incluso, esta vegetariana estaba siendo asesorada por una coach en alimentación para afrontar los retos en tiempos de mucho trabajo, horarios extendidos y poco dormir. En setiembre del 2023, una sensación extraña en el cuerpo la alertó de que algo estaba pasando.
“No tenía ningún síntoma físico, real o así. Fue una sensación de que algo estaba pasando y lo sentí gracias a montar a caballo. Cuando montaba, yo decía: ‘Algo está raro, algo está mal’, pero no me pasaba nada. Se me ocurrió ir adonde la ginecóloga, que se sorprendió de que había ido antes porque ya me había hecho los estudios meses atrás. Me revisa y me encuentra como una pelotita”, recuerda. Sin mayor alarma, la doctora le hizo una biopsia.
Desde que le empezó esa sensación de que algo no marchaba bien, Carolina, siempre tan ejecutiva, se puso manos a la obra y a seguir terapias alternativas para fortalecer su cuerpo, entre ellas inmersiones en agua con hielo y trabajo con la respiración.
En octubre, la vida la sorprendió con un giro inesperado: fue diagnosticada con cáncer cervicouterino.
El mismo día del diagnóstico buscó la primera opinión de un oncólogo. Luego pidió otros criterios de otros profesionales y aunque todos sugerían tratamientos diferentes, lo claro es que tenía un tumor de tres centímetros que creció muy rápido.
El miedo y la idea de la muerte le atravesaron el cuerpo y hasta los sueños. “Cuando a vos te diagnostican cáncer, lo primero que sentís es que te vas a morir. Por medio de sueños y de otras formas, el inconsciente te manda mensajes de que ‘me puedo morir’. Te preguntás qué es lo que me está pasando, qué le está pasando a mi cuerpo. Lo que hice es que cada vez que tenía miedo o tengo miedo –esto sigue– fue conectarme por medio de mi respiración”, explica.
Para colmos, tenía una preocupación mayor: el oncólogo debía operar el tumor en un plazo máximo de un mes, era urgente, y ella no tenía seguro alguno. Hasta entonces, las citas y todos los estudios necesarios estaban saliendo de sus ahorros, pero necesitaba mucho más dinero para todo lo que seguía.
No se quedó paralizada. Pidió ayuda y así se orquestó una campaña de recolección de fondos en Costa Rica y en México. De nuevo, ella, siempre tan amorosa y querida por sus colegas, impresionó a la gente con su petición y movilizó el arte en ambas naciones: hubo peñas, espectáculos de humor, conciertos y hasta almuerzos para recaudar fondos.
Aún ahora se conmueve tanto que se le llenan los ojos de lágrimas al recordar toda la solidaridad y la ayuda que recibió de tanta gente, personas que ni se imaginaba, desconocidos, productoras en México mandando correos en busca de ayuda de todos sus colaboradores, amigos haciendo actividades y viajando al país del norte para acompañarla…
“Sentir ese apoyo, así como el de todos mis amigos, fue realmente mi sostén. Siempre les voy a decir que estoy profundamente agradecida por todas las muestras de amor y de apoyo que tuvieron conmigo”, afirma con la voz entrecortada.
La operaron el 25 de noviembre del 2023 para extraer el tumor. Fue una cirugía grande y compleja. “Allí me tuvieron que sacar absolutamente todo, nada más me dejaron los ovarios que me los recolocaron en alguna parte”, puntualiza.
El proceso de recuperación fue lento y doloroso. Tuvo problemas con la vejiga, incluso se le salía la orina.
Aunque en su proyecto de vida tener hijos no estaba dentro de la ecuación, la certeza de que no podría tenerlos le despertó un sinnúmero de preguntas sobre el camino escogido.
Sin embargo, el mayor luto que tuvo que hacer con todo lo que estaba perdiendo con la enfermedad fue decirle adiós a la menstruación. “Hacía muchos años había hecho la paz con mi menstruación y logré un vínculo muy hermoso con mi ciclo menstrual”, detalla.
Vica Andrade, Carmen Díaz y Daniela Mora son algunas de sus amistades que se volvieron verdaderos ángeles en todo ese proceso.
Pasadas las semanas y con el cuerpo recuperando su normalidad, Carolina regresó al trabajo.
En marzo de este año tuvo un nuevo susto: un cuerpo extraño apareció y los exámenes salieron un poco alterados. Sin embargo, la biopsia arrojó que se trata de una masa benigna y que no debe ser operada de emergencia. Por ello, debe cuidarse y hacerse una revisión cada tres meses. Ella misma aclara que esto aún no acaba; la lucha continúa.
Carolina es una de esas mujeres vitales, que siempre trata de encontrar la enseñanza en los tropiezos, con una energía creativa en expansión y en constante movimiento. Hace dirección de arte, hace decoración, hace vestuario, hace –escribe y dirige– obras… Es imparable.
En México, donde trabaja freelance, encontró una tierra de posibilidades que se le presentan una tras otra. Ellas las aprovecha.
El año pasado, trabajó durante siete meses en un proyecto grande: la dirección de arte de Cada minuto cuenta, serie original de Amazon Studios en México y con producción de Traziende Films. Se trata de una serie de historias que están hiladas con el destructor terremoto de 1985 en la Ciudad de México, las dramáticas horas que se vivieron y las hazañas de rescate.
Según detalló la revista Wired en español, Cada minuto cuenta busca convertirse en un hito en la televisión de la región al usar, por primera vez a gran escala, la virtual production, una tecnología en que se crea un set de grande proporciones gracias a las proyecciones de pantallas leds al momento de grabar.
“Es una producción muy grande de Amazon y fue también una gran experiencia, de muchísimo aprendizaje, porque fue la primera producción que se hacía en virtual production, nueva tecnología donde todos tuvimos que aprender un montón para poder trabajar ahí”, agrega Lett.
El cáncer le ha enseñado a vivir un día a la vez, concentrada y aprovechando el desafío, la experiencia y las lecciones que implican cada filmación.
Además, trabaja de la mano con el conocido diseñador de producción radicado en México Amilcar Espadas. Con él, ella se desempeña como decoradora, que es un puesto que en Costa Rica no se usa. “Él me entrega a mí como el moodboard, una paleta de color, me dicen más o menos cuánto presupuesto hay y yo armo todo”, comenta.
Ha puesto sus servicios como decoradora a la orden de proyectos publicitarios de marcas como Banco Azteca, BBVA, Tequila Centenario, Chevrolet, Domino’s Pizza, Palacio de Hierro, Heinz y Dove, entre otros.
Otra pasión en la vida de Carolina es la música, la disfruta tremendamente, así que diseñar el vestuario para cantantes y grupo es una faceta que le encanta. Ser vestuarista de un artista que admira siempre es un plus y ella ha tenido la oportunidad de hacerlo con el músico y actor Adán Jodorowsky –sí, Adanowsky–, que la llamó en el 2022 y en este 2024. “Estoy muy feliz trabajando con él”, detalla.
La publicidad también le ha dejado trabajos en dirección de arte en comerciales de Spotify, la serie Ojitos de Huevo, Maruchan, Samsung y McDonald’s, entre otros.
Y subraya lo complacida y agradecida que está con la vida. “Desde que llegué a México. la verdad es que no he parado de trabajar, salvo el tiempo que estuve con la operación y el postoperatorio. O sea, estoy filmando por lo mínimo una vez a la semana, más o menos. Casi siempre ha sido pura publicidad y videoclips, que eso también está bueno porque siempre son experiencias diferentes, más creativas”, expresa.
Tiene un pendiente con proyectos más personales que está retomando, consciente de la importancia de aprovechar el “ahora”. No es que dejará de trabajar con intensidad en su fuente de ingresos, sino que le hará un espacio a su amado teatro, que es una fuente de vitalidad para ella. “Ya comencé a escribir teatro nuevamente. Espero dirigir y montarla aquí en la Ciudad de México”, revela.
La imparable Carolina sigue apuntando a sus sueños: ahora está viajando por Japón con su amigo, el chef Pablo Bonilla, una forma de vivir intensamente unas semanas lejos de la sombra de cualquier cáncer y un espacio para crecer. Abraza la vida sin parar de luchar.