La pareidolia facial, un fenómeno psicológico intrigante que nos lleva a ver rostros en objetos cotidianos, ha sido objeto de estudio en la comunidad científica.
Investigadores han explorado las complejas redes neuronales detrás de este curioso proceso cerebral, desentrañando los misterios de por qué percibimos caras donde solo hay formas abstractas.
El estudio científico reciente publicado en la revista PNAS desglosa el intrincado proceso neuronal detrás de la pareidolia facial. Investigadores han utilizado técnicas avanzadas, como el electroencefalograma, para examinar cómo y dónde se desencadena este fenómeno en el cerebro humano.
Este análisis no solo ofrece perspectivas sobre la percepción visual, sino que también permite conocer sobre trastornos neurológicos como el autismo, la esquizofrenia y el párkinson.
Según el neuropsicólogo Saul Martínez-Horta, el proceso de pareidolia implica una compleja interacción entre varias regiones cerebrales, explicó al sitio de El País.
La percepción humana, lejos de ser una reproducción exacta del mundo externo, se basa en predicciones y anticipaciones.
Susana Martínez-Conde, neuróloga en la Universidad del Estado de Nueva York, ha llevado a cabo investigaciones que revelan el profundo arraigo evolutivo de esta tendencia, relacionándola con la necesidad ancestral de reconocer rostros en un contexto social.
Este estudio reveló un sesgo sorprendente en la percepción de las pareidolias: la tendencia predominante a atribuir género masculino a los rostros ilusorios.
Esta inclinación, presente en aproximadamente el 80% de los participantes, refleja una interpretación sesgada del mundo que nos rodea. ¿Por qué tendemos a ver rostros masculinos en objetos cotidianos como tostadas o patatas?
La respuesta podría residir en la estructura misma de nuestro cerebro, inclinado a encontrar significado y coherencia donde no necesariamente existe.
La percepción humana, lejos de ser una mera reproducción de la realidad objetiva, es una construcción activa del cerebro.
Expertos como Martínez-Conde sugieren que la pareidolia es solo un ejemplo de cómo nuestro cerebro organiza la información sensorial para crear una narrativa coherente del mundo que nos rodea.
Desde sonidos ambiguos hasta mensajes ocultos en pistas de audio, nuestra percepción está constantemente moldeada por nuestras expectativas y creencias subconscientes.
En particular, estudios han vinculado la aparición frecuente de pareidolias con enfermedades neurodegenerativas como el Párkinson.
La identificación temprana de estos síntomas puede proporcionar pistas valiosas sobre la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
En última instancia, la pareidolia nos ofrece una ventana única hacia la complejidad de la mente humana y cómo percibimos nuestro entorno.
Al comprender mejor este fenómeno, podemos no solo desmitificar nuestras percepciones erróneas, sino también mejorar nuestra comprensión del funcionamiento interno de nuestro cerebro.
Como concluye Martínez-Horta, la pareidolia nos cuenta mucho sobre cómo interactuamos con el mundo que nos rodea y cómo interpretamos lo que vemos.