Ya se puede hacer un primer balance de la temporada que para el
Barça de
Xavi será en blanco. El
Madrid se consideró virtualmente campeón de Liga tras un
Clásico con polémicas arbitrales que beneficiaron descaradamente a los de
Ancelotti. El
Madrid de todas las épocas ha jugado con el viento a favor de los árbitros, tanto en los tiempos analógicos como en la era tecnológica de lo que debería ser la alta precisión del
VAR. El único reto en las seis jornadas que quedan es aspirar a segundo si el
Girona se lo permite. Messi, siempre añorado. ¿Debe continuar
Xavi como entrenador? Si el
Barça fuese un equipo inglés no tendría prisa en acelerar el cambio sin disponer de un sustituto adecuado. Para Laporta es el primer pararrayos para que el desánimo del socio no ponga en peligro su presidencia.
Márquez por
Xavi y a empezar de nuevo. No es tan simple. El
Barça es un club presidencialista pero no hasta el punto de tomar decisiones importantes en solitario sin contar con el parecer y asesoramiento de los que saben. Muchos se han ido y otros han sido despedidos. Los árbitros no pueden ser el pretexto perenne de la queja o de los resultados insatisfactorios. El socio ya cuenta muy poco. No es el fin del mundo. Pero sí que hay que encontrar una salida que no recurra al victimismo cuando los títulos se escapan por errores o insuficiencias propias. Un proyecto nuevamente ilusionante nace de la autocrítica, del realismo y de compartir con la amplia masa de seguidores las decisiones que comportan cambios estratégicos relevantes. Menos reacciones emocionales y más inteligencia en la gestión.
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