En un partido tremendo, heroico e inolvidable, el Real Madrid, en los penaltis ganó al Manchester City
Cuando se lesionó el inmenso Carvajal, tras un partido absolutamente tremendo, cuando el canterano, el ejemplar canterano se tiró al suelo y no pudo ponerse de pie, fue cuando todo el mundo entendió que había llegado el momento del Madrid: el momento de los héroes. Había pasado una tormenta, un vendaval o un paseo por el desierto sin agua. Pero ahora, y Guardiola lo sabía, era la hora de escribir la leyenda. La hora, pues del Real Madrid. La hora de que Lunin coronase, parando dos penaltis, la noche de su vida, de que Militao saltase al campo tras haber jugado minutos, muy pocos minutos, basura, la hora, en fin de que Lucas Vázquez, Nacho y Rüdiger marcasen los tres últimos penaltis. Los tres defensas, todos agotados, cojos, medio muertos.
No sé, llámenlo Real Madrid.
Porque fue un sufrimiento gran parte del partido, aunque empezó de la manera más táctica posible. Posiblemente el Real Madrid, aunque lo negó, tenía en la cabeza el partido del año pasado, cuando el City se comió al equipo blanco desde el principio, saliendo a por todas y el equipo de Ancelotti se echó hacia atrás desde el primer minutos. Esta vez, no. Tampoco presionaba, pero sí que tapaba todos las zonas de pase, para que el City tuviese el balón, pero lejos del área y sobre todo para arrancar y correr lo más cerca de la portería rival. Consiguió el Madrid su objetivo de igualar el partido. Los pronósticos, basados en las estadísticas, daban a entender una salida en tromba del City y eso no sucedió.
Eran dos iguales, con el Madrid con sus momentos largos de posesión, con Bellingham algo más atrasado, donde aunque no tiene gol, ayuda mucho al equipo. Sabe controlar la pelota, retenerla y darse media vuelta. Es un futbolista excepcional que, la pena, ha llegado bastante cansado a este tramo de la temporada. Pero su control, en el gol del Real Madrid es una maravilla para verla repetida una y otra vez. Baja el balón que cae del cielo, lo doma y aunque se le va un poco hacia atrás, aprovecha eso para abrir el balón a la banda y de ahí la pelota terminó en Rodyrgo, que no falla a su cita. Ha pasado una temporada extraña el brasileño, pero no ha faltado cuando hacía falta, cuando tenía que marcar. Lo hizo a la segunda, tras un remate un poco extraño. El segundo fue más ortodoxo y letal.
El Manchester City no esperaba esa situación. La verdad es que casi nadie. Guardiola no cambió el plan, de todos modos. Había dicho el día antes que tenía una sorpresa, algo con lo que sorprender a Ancelotti, que tanto le conoce: fue poner a Akanji casi como un medio centro. Eso le daba superioridad cuando tenía la pelota y Akanji buscaba la espalda, pero dejaba mucho espacio detrás. El City tuvo dudas, entre el ataque y el miedo, durante varios minutos le pudo el miedo a las llegadas del Madrid. Y eso que Walker dio mucho aire a Guardiola porque no perdió ni una batalla con Vinicius. En la última carrera que le ganó, Vini sacó, quizá por primera vez en su carrera, el pañuelo blanco.
Como sucedió en el Bernabéu, el City dominaba, buscaba a Grealish para intentar doblegar a un inmenso, increíble Carvajal y temía las carreras del Madrid. Y si Carvajal no era suficiente, ahí estaba Lunin, que antes de empezar el curso parecía un portero destinado a una inmigración a equipos menores, a ganarse la vida como pudiese en el fútbol y ahora es un guardameta estelar, con derecho a decidir su futuro. Courtois ya no puede estar seguro de que va a ser el portero titular porque sí la temporada que viene. Sacó mil manos Lunin, paró casi todos y sobre todo, se impuso en todos los saques de esquina que sacando el City durante todo el partido. Un montón, agotó todas las jugadas de estrategia el equipo inglés. El Madrid, uno. En la prórroga.
En definitiva, eso fue el partido, porque el Madrid primero se echó para atrás, obligado y para tomar aire, pero amagaba. Según pasaban los minutos, ya no, no encontró la manera de salir de la cueva.
La primera parte fue yendo en esa dirección y en la segunda mitad fue ya un monólogo absoluto, terrible, una demostración de fuerza y un monumento del Madrid al sacrificio, a saber defender, a las ayudas de los delanteros. Pocas veces se ha visto el Madrid a un trabajo así. Cada minuto que pasaba, además era peor. Ya no era una batalla igualada, de ningún modo, no era ni un partido. Aquello fue un ejercicio supremo de supervivencia. Y el Madrid sobrevivió. Recibió un gol en los noventa minutos, porque cuando salió Doku, el Manchester doblegó aún más sus llegadas y era imposible pasar por esa tormenta y no mojarse.
El Madrid se mojó, pero no se caló. Y vio luz en la prórroga, cuando llamaron a los héroes.
