Dormir es una de las más importantes necesidades fisiológicas del ser humano, pero cada uno de nosotros duerme de una manera muy diferente y con unos hábitos determinados.
Científicos estadounidenses han identificado en un estudio, publicado en Science Daily, cuatro tipos distintos de durmientes y el impacto que cada uno puede tener en la salud a largo plazo, tal y como recoge el diario The Sun:
Los científicos de la Universidad Estatal de Pennsylvania estudiaron los hábitos de sueño de 3.683 personas en dos momentos entre 2004 y 2017. Se midió la regularidad, duración, eficiencia y satisfacción del sueño, así como el estado de alerta durante el día.
También registraron la cantidad y el tipo de condiciones de salud que tenía cada persona. Las personas que dormían bien se caracterizaron por tener hábitos de sueño «óptimos» en todos los puntos de datos, es decir, que dormían las siete a nueve horas recomendadas por noche, se sentían bien descansados y podían concentrarse durante el día.
Por otro lado, quienes dormían durante el fin de semana tendían a dormir de forma irregular durante períodos cortos, pero dormían más tiempo los fines de semana o los días no laborables.
Se considera sueño irregular si hay una o más horas de diferencia entre los días laborables y no laborables, y corto si es inferior a siete horas por noche.
Las personas con insomnio tardaron mucho en conciliar el sueño, solo se quedaron dormidos durante períodos cortos y estaban extremadamente cansados durante el día.
Por último los que caían en la categoría de ‘sesteros’, dormían bien la mayor parte del tiempo, pero tomaban siestas frecuentes durante el día.
El estudio reveló que después de 10 años, el grupo del insomnio se asoció con un riesgo entre un 72 y un 188% mayor de problemas de salud crónicos, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, depresión y fragilidad.
Mientras tanto, los que dormían la siesta parecían tener más probabilidades de desarrollar diabetes, cáncer y fragilidad.
En cambio, los de los otros dos grupos, es decir, los que dormían bien o los que recuperaban el sueño los fines de semana, no se asociaron con enfermedades crónicas.
La autora del estudio, Soomi Lee, profesora asociada de desarrollo humano y estudios familiares en la Universidad Estatal de Pensilvania, dijo: «Nuestros hallazgos indican un mayor riesgo de afecciones crónicas involucradas en fenotipos de salud del sueño subóptimos, principalmente personas que duermen con insomnio».
Los resultados mostraron, además, que era poco probable que las personas cambiaran su ‘personalidad’ del sueño en 10 años. Esto fue especialmente cierto para las personas de los grupos que del insomnio y de las siestas.
Lee dijo: «Estos resultados pueden sugerir que es muy difícil cambiar nuestros hábitos de sueño porque la salud del sueño está integrada en nuestro estilo de vida en general».
«También puede sugerir que las personas todavía no conocen la importancia del sueño y los comportamientos saludables durante el sueño», explicó Lee.
El estudio sugiere también que los patrones de sueño no estaban relacionados con la edad, pero que los adultos mayores y los jubilados eran más propensos a echarse la siesta.
Y aquellos con un nivel educativo más bajo y las personas que se enfrentaban al desempleo tenían una mayor probabilidad de sufrir insomnio. «El sueño es un comportamiento cotidiano», afirmó Lee.
«Pero también es modificable. Entonces, si podemos mejorar el sueño casi todos los días, ¿qué resultados podríamos ver después de varios meses o incluso de varios años?», se pregunta la investigadora.
«Mejores hábitos de sueño pueden marcar muchas diferencias significativas, desde mejorar las relaciones sociales y el desempeño laboral hasta promover comportamientos saludables a largo plazo y un envejecimiento saludable», sostiene la doctora.
«Necesitamos hacer más esfuerzos para educar al público sobre la buena salud del sueño. Existen conductas de higiene del sueño que las personas podrían adoptar para mejorar su sueño, como no usar teléfonos móviles en la cama, hacer ejercicio con regularidad y evitar la cafeína al final de la tarde», concluye.