VESTISTE al pueblo de campo con las ramas del olivo; eras, temblando, oración en las manos de los niños. O espina de oro escapada de un palmeral amarillo. El pueblo, Jerusalén con túnica de domingo tejida con el sol nuevo que te llegó desde el río o, acaso del otro lado, de los olorosos pinos. Campo y pueblo, pueblo y campo en elegante equilibrio. Como te pasa en el Corpus cuando te cuelgas del trigo las espigas como joyas rubias, y, asomo del vino, pequeñas uvas agraces en la gracia del racimo. Tienes la Pasión en ti, porque en ti habita Dios mismo, y cuando a Dios lo celebran acuden siempre a tu auxilio: flores, maderos, espinas, ramas de palmera,...
Ver Más