Miles de civiles han permanecido en cautiverio ruso durante años tras ser capturados en los territorios que el país invasor logró ocupar en Ucrania. Mariano García Calatayud, de 76 años, exfuncionario de Benimodo, Valencia, que llegó a Ucrania en 2014 para ayudar a los civiles afectados por la guerra, es uno de ellos. Fue hace poco más de dos años cuando fue detenido ilegalmente en la ciudad sureña de Jersón, cuenta a este diario su pareja, Tetiana Marina.
Los militares rusos lograron capturar rápidamente esta ciudad, a poco más de 100 kilómetros de la Crimea ocupada. Sin embargo, de inmediato se encontraron con grandes protestas espontáneas de los vecinos, que inundaban las calles todos los días exigiendo a los invasores que se marcharan. Mariano estuvo siempre ahí. Rápidamente llamó la atención de las fuerzas de seguridad rusas, que comenzaron a identificar y detener a los manifestantes.
«Era difícil no notarlo. Simplemente no es el tipo de persona que se escondería entre la multitud. Siempre estaba al frente», recuerda Tetiana. Ella intentó advertirle, pero Mariano se mostró inflexible. «¿Por qué debería esconderme de los invasores?», se preguntaba.
Mariano llegó a Ucrania ya en 2014, después de que Rusia iniciara la guerra en Donbás. Utilizó sus contactos en España, así como su extraordinaria energía, para reunir bienes básicos para los civiles en la llamada «zona gris», en las áreas que no estaban firmemente controladas ni por Ucrania ni por Rusia. Él mismo iba allí a menudo y se ganó el respeto de muchos ucranianos. «Todo el mundo lo conocía en Jersón. La gente lo saludaba por la calle llamándolo “¡nuestro Mario, Super Mario!”», recuerda Tetiana.
Ella cree que su conexión con Ucrania hunde sus raíces en su profundo amor por España. En su apartamento había varias banderas españolas y solía llevar una a las protestas contra los rusos. «Entendía la tragedia del pueblo ucraniano, entendía cómo se siente cuando estás en tu tierra y luego viene alguien y te dice: “¡No existes!”».
Mariano desapareció el 19 de marzo de 2022, mientras se intensificaba la ola de secuestros y cuando ya empezó a reconocer el peligro que corría. En los dos años siguientes, casi todos los intentos de recibir alguna confirmación oficial sobre su paradero, estatus legal o estado de salud, han sido en vano, a pesar de los múltiples intentos de Tetiana y sus abogados.
«En todo este tiempo no ha sido acusado de ningún delito. Es como un rehén», explica Tetiana. La mayor parte de la información provino de fuentes no oficiales o testimonios de aquellos civiles ucranianos que estuvieron retenidos junto con Mariano en algún momento. «Lo trataron con la misma crueldad que a ucranianos capturados. Lo golpearon, lo derribaron y lo torturaron con electrocución», traslada a LA RAZÓN el abogado Anatoliy Fursov. Después del secuestro, los rusos torturaron a Mariano para intentar averiguar el PIN de su tarjeta bancaria, dice Tetiana.
En marzo, fue trasladado a un gran centro de detención administrado por el Servicio Federal de Seguridad de Rusia en Simferópol, Crimea. Los detenidos fueron acostados en el fondo del coche, en capas, uno encima del otro, y Mariano sufrió durante horas. En una rara excepción, su presencia en Simferópol fue confirmada por la fiscalía militar de la Flota Rusa en el Mar Negro. Allí fue interrogado sin la presencia de abogados ni intérpretes. Nadie sabe qué le obligaron a firmar y qué le preguntaron, subraya Fursov.
«Durante los interrogatorios, cuando no puedes responder a alguna pregunta, te dicen: “Será mejor que recuerdes”, y empiezan a golpearte con todo lo que encuentran a la vista. Otros fueron amenazados con armas o violación, trataron de quebrarlos psicológicamente», reveló Eugene Babiychuk, un residente de Jersón detenido, al diario independiente ruso en el exilio Novaya Gazeta. Según él, Calatayud era golpeado a menudo porque a veces no entendía las órdenes de los guardias en ruso. «Si no sales corriendo rápido de la celda cuando te lo ordenan, te golpean. Si haces algo con poca rapidez o incorrectamente, te dan la paliza», explicó Babiychuk. Las ventanas de las celdas están cubiertas con placas de madera. Los que están dentro nunca saben si es de día o de noche. Tienen prohibido sentarse: hay una cámara dentro para controlarlo.
En el calor del verano de 2022, Mariano sufrió un infarto. Solo se salvó gracias al esfuerzo de los reclusos que no se calmaron hasta que le ofrecieron asistencia médica. Según Fursov, existe la esperanza de que su tratamiento mejore más adelante. A Mariano se le permitió recibir paquetes con bienes de primera necesidad, que le enviaron los abogados.
Sin embargo, cualquier rastro formal se perdió nuevamente hace varios meses, después de que probablemente fuera trasladado a otro centro de detención, en el pueblo de Chongar, en la parte ocupada de la región de Jersón. «En Rusia ninguna ley funciona. Este anciano enfermo ya lleva varios años en prisión sin juicio ni investigación algunos», subraya Fursov. «Es como ser capturado por piratas».
La Policía española, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Embajada en Rusia han estado haciendo todo lo posible para averiguar algo sobre Mariano. Se comunicaron directamente con los funcionarios, que les mintieron en la cara diciendo que ningún ciudadano así estaba recluido en el sistema penitenciario ruso, detalla Fursov. «Rusia trata como enemigos a todos, incluidos los Estados, que apoyan a Ucrania», explica el abogado, que cree que Mariano ahora forma parte del «fondo de intercambio».
«Los civiles en los territorios ocupados son como un recurso de intercambio inagotable en Rusia», subraya Tetiana Marina, que ya abandonó Jersón. «Es una política sistemática y deliberada, que forma parte de cómo Rusia libra su guerra», concluye.