Se habrá dado cuenta el lector de las cosas que va diciendo y del tono litúrgico, como de aquelarre, con los ojos vueltos, en trance, que va adoptando José Luis Rodríguez Zapatero según pasan los meses y se involucra en el proyecto mesiánico de Pedro Sánchez. Parece que iba en serio aquello de que tras dejar La Moncloa se iba a dedicar al noble oficio de supervisor de nubes. Se quedó corto Zapatero, que por elevación roza ya el cielo del divismo y la revelación. No hay precedentes en nuestra historia democrática de una mutación tan pronunciada, de un tránsito hacia la inmaterialidad tan conseguido, de una transmigración tan exquisita. Suárez se quedó callado, herido por la enfermedad; Calvo-Sotelo no...
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