Así como hay inflación en la economía, también ocurre en la política. En el primer caso obedece a una enfermedad que es la improductividad, la generación de dinero inorgánico, la pérdida del valor real de la moneda y la subida de precios. En el segundo, la enfermedad se encuentra en la falsificación de los hechos, el éxito de la verborrea, la regularización de la demagogia, el liderazgo artificial y la elevación cada vez mayor del costo político para corregir la situación.
Hay una dinámica perniciosa que afecta al oficialismo, pero también alcanza a la oposición. Una política sistemática de crispaciones hacia la derecha y hacia la izquierda que se manifiesta en una crisis de la opinión pública acelerada por las redes sociales: Raimundo y todo el mundo es experto en política y, así, ayudan a entronizar una interpretación de la realidad que radicaliza los estereotipos. Excepto el gobierno que monopoliza importantes recursos materiales y humanos, el resto de la humanidad que se opone a su mandato depende de los constantes estallidos emocionales para desconfiar de aquellos que muestren o puedan mostrar una mayor sindéresis política, mayor sosiego estratégico y una corajuda determinación de derrotar a Nicolás Maduro en el terreno electoral.
La gente quiere y se desespera en su querer por salir del régimen que la agobia y, faltando poco, alejó del país a sus seres queridos, acción que se reflejó, naturalmente, en el terreno de las emociones. Por ello, es necesario canalizar estas emociones a través de una conducción que reencuentre el centro político, como el que hizo posible la exitosa democracia en el siglo XX venezolano. Llega a tal nivel la manipulación que el autoritarismo oficialista tiene su equivalencia también entre las filas opositoras, y la derecha parece más izquierda, y la izquierda más bien derecha. Entre esos intersticios se cuelan los políticos oportunistas capaces de cualquier cosa. Hasta de saltar la talanquera.
¿Cómo abordar la crisis política desde la naturaleza, las características genuinas y los alcances reales de la crisis política? El oficialismo cuenta con el presupuesto público, pero la oposición verdadera tiene extraordinarias limitaciones económicas dependiendo más bien del voluntariado: ¿Incentivamos la rabia en éste en lugar de formarlo electoralmente? ¿Pintamos la situación como la de una persona que se cree malquerida con las consecuencias del caso, menoscabando la política, o reivindicamos tan noble actividad haciéndole ver sus potencialidades de liderazgo, captación de las voluntades ajenas, diestro táctico en una perspectiva estratégica? ¿Miramos todo desde la predisposición, el prejuicio, las consignas de laboratorio, o nos hacemos de un lenguaje capaz de llamar las cosas por su nombre?
En un libro del destacado politólogo Juan Carlos Rey en torno al centro político, se observa: ”… En una democracia los partidos deben tratar de expresar los deseos y aspiraciones populares, pero han de ser igualmente responsables de la formación de tales deseos y aspiraciones” (El sistema de partidos venezolano, 1830-1999, UCAB-Gumilla, 2009, pág. 267). Vivimos en una dictadura atípica, no en una democracia, pero el liderazgo de oposición ha de ser democrático y democratizador porque no podemos salir de Guatemala para entrar en Guatepeor. Lo que resulta imperdonable es que no forme e informe a la ciudadanía, no traduzca las más auténticas realidades y aspiraciones, y, además, no sepa de la realidad-real en aras de la realidad-virtual, pues esta última es importante, veloz, telegráfica, pero insuficiente. El poder de convocatoria en política no depende del número de seguidores en las cuentas sociales, presto el número para las mañas, sino en la posibilidad real de llamar a alguien a una reunión a la que efectivamente asista, sea capaz de intercambiar ideas y hablar un mismo y coherente lenguaje, como también de comprometerse en la acción y el pensamiento más allá de las manipulaciones emocionales.
La noción de crispación es habitual en política, lo podemos entender como el ejercicio del poder para la resolución de conflictos. Si los dirigentes opositores no buscan la armonía entre ellos, se contribuye al aumento de la crispación y, a su vez, encuentran trabas para evitar ponerse de acuerdo para la solución del gran conflicto que tenemos en nuestro país.Tenemos que sanar nuestras emociones para persistir en las ideas y las acciones que nos unen, insistir en acercarnos más a las posibles soluciones y resistir los deseos de abandonar la lucha por creer que el régimen es más fuerte.
@freddyamaarcano
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