En 1933, el novelista francés Pierre Benoit escribía un relato para la revista 'Blanco y Negro' en el que describía «las flores pasionarias azules que crecían durante la primavera en las orillas del mar de Aral». Una gigantesca porción de agua situada en Asia Central, entre Kazajistán y Uzbekistán, que con sus 68.000 kilómetros cuadrados fue, durante muchos siglos, el cuarto lago más grande del mundo. Uno que llegaba casi al tamaño de Andalucía o con el doble de superficie que Cataluña... hasta que la URSS decidió acabar con él como por arte de magia. Donde hubo agua, esturiones, truchas, lucios, carpas y percas durante diez mil años, hoy solo queda arena y barco varados, en una imagen tan extraña...
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