Drama en tono de comedia humanista sobre un hombre de 75 años que enviuda y tiene el valor de cumplir un acuerdo que hizo con su esposa: terminar lo que estuviera haciendo el otro en caso de fallecer. Bonito acuerdo, pero, en este caso, comprometido, pues la mujer participaba en los ensayos de un espectáculo de danza moderna dirigido por La Ribot (coreógrafa, bailarina, madrileña, Premio Nacional de Danza y, en fin, artista de renombre mundial). El drama y lo humano de la historia son evidentes, y en cuanto a su tono humorístico se debe a dos elementos esenciales de la historia. El protagonista es François Berléand, una estrella del cine, teatro y televisión en Francia, y alguien de edad y físico poco recomendables para las exigencias de agilidad y ligereza de la danza moderna, lo que produce un choque gracioso con la seriedad de la historia. Y además, el argumento incide en su condición de viudo, solo y anciano que mantiene preocupados a sus hijos hasta niveles de comedia: horarios de comida, de visita, llamadas constantes, rapapolvos continuos por sus salidas furtivas (los hijos desconocen la promesa y su cumplimiento) a los ensayos… La directora, Delphine Lehericey, conduce bien el desarrollo de las tramas, mezcla con gusto los tonos de las gracias y lo dramático; incluso introduce en el guion (también suyo) un hermosísimo detalle poético sobre cartas, mensajes escondidos y lecturas de libros. François Berléand está magnífico en su papel lleno de bordes, ternuras y equívocos, y La Ribot, que hace de ella misma en su primera película, no solo ofrece una gran interpretación sino que además es brillante e instructiva para que el espectador recorra un maravilloso tramo entre los movimientos inteligibles de la danza y el emocionante espectáculo visual y de baile que va construyendo. Película muy agradable, sentimental, con momentos de enorme gracia, también de enorme y emotiva danza.