Sentarse frente a “Segundo premio”, la película de Isaki Lacuesta sobre la leyenda de Los Planetas que llegó ayer al Festival de Málaga dispuesta a arrasar en el palmarés, es lo más parecido a montar a lomos de una caballada de mustangs. Al viento, conscientes del peligro y en comunión lisérgica con la adrenalina. No hay pradera, porque el director de “Entre dos aguas” nos sube lúcido a lo más escarpado de Granada; y tampoco hay vaqueros, pero sí el homoerotismo que solo se consigue abrazado a lomos de una bestia, en este caso, la de la revolución musical independiente de los noventa en nuestro país.
“Todo el rodaje ha estado muy mediatizado por la enfermedad de mi hija, por lo que los problemas que hayamos podido tener filmando quedan en nada”, apunta tan sincero como su cine, el que es a todas luces el director más atrevido y original del cine español contemporáneo. “Queríamos captar ese momento de ambición absoluta del grupo, cuando estaban deseando irse a Nueva York a grabar su nuevo disco mientras la banda se caía a pedazos. Ese es, para mí, el paralelismo con nosotros, el de intentar atrapar un momento concreto, sacar adelante el arte, cuando los cimientos todavía no están asentados. Cada película tiene sus problemas, y si no los hubiera los inventaría”, completa Lacuesta, que firma su nuevo filme a cuatro manos junto a Pol Rodríguez.
Permeada de ficción, rebosante de música en directo y consciente de que era imposible hacer una película que contentara al grupo -o a todos los miembros de ese barco de Teseo precario que es la banda más pureta entre los puretas-, “Segundo premio” nos transporta hasta el primer período de entre-discos de la banda, justo después del éxito de “Super 8” (1994) y antes de “Pop” (1996). A puro nervio de Albaicín y arrabalero ritmo de Sacromonte, la película nos presenta a El Cantante (Daniel Ibáñez), El Guitarrista (estratosférico, el artista multidisciplinar Cristalino) y May (Stéphanie Magnin), la única que conserva su nombre real, como una profana trinidad herida de éxito. “Yo conocí a Los Planetas cuando estábamos preparando el guion. Y cada uno de ellos imaginaba una película distinta, así que no podíamos hacer eso. Teníamos que salir de ahí, hacerla con libertad absoluta, pero cuando yo tenía alguna duda llamaba a Jota para que me aclarara. No puedes hacer la película oficial de una banda que de oficial no tiene nada, pero de ahí a publicar que es problemática hay un trecho”, apunta reivindicativo Lacuesta.
[[QUOTE:PULL|||"No puedes hacer la película oficial de una banda que de oficial no tiene nada"|||Isaki Lacuesta, director]]
Si quien escribe le plantea al director que su filme respira el aire de “The Velvet Underground” (2021), el documental que le dedicó Todd Haynes a la mítica banda, el realizador sube la apuesta hasta “Get Back” (2021), en el que Peter Jackson diseccionaba sesiones de ensayo sin cortar de The Beatles. En ese maridaje, lo onírico carcome la película como la mejor de las pesadillas, entre adicciones, odios y amores: “Solo hay una escena de sexo en esta película, y reproduce todos los estereotipos del cine de los ochenta y noventa. ¿Cómo lo traemos al hoy en día? Contándolo desde el personaje femenino y pasándolo por un filtro gay”, explica Lacuesta antes de abordar su propia interpretación de los personajes que forman la leyenda, que no la historia de Los Planetas: “Cuando se intenta hacer personajes auténticos, se acaba haciendo caricaturas tremendas. Me produce un coitus interruptus de la hostia que alguien cambie la voz entre lo hablado y lo cantado”, añade el realizador, firmando aquí la medicina cinéfila a la ponzoña de títulos como “Bohemian Rhapsody” (2018).
“Quería que fueran músicos, porque no me imagino grabar un ensayo con playback. ¿Qué haces? ¿Planificas los errores? ¿Los escribes en el guion? Eso no tiene ningún sentido”, añade el director de “Segundo premio” sobre enraizar su elenco en la generación de músicos granadinos que siguió a la de los Jotas y los Erics. Y sigue: “La clave fue Marichu Sanz, la directora de casting. Y es importante decirlo, porque las películas no son solo de los directores. Ella se empeñó en hacer un casting con músicos de Granada, buscando un aura parecida a la de Los Planetas y que pudieran hablar en ese andaluz oriental del grupo y la zona. También fue clave Jaime Beltrán, que aquí ha sido productor musical y fue ingeniero de sonido del grupo. Él se sabía de memoria el sonido de todos”, completa.
¿Es “Segundo premio” una película iconoclasta? “Si lo es, no la había pensado así. Yo quería hacer una película sobre el imaginario, como hacía Jean Rouch. En sus películas, es tan importante el imaginario como los hechos. El imaginario colectivo alrededor de Los Planetas nos importa tanto como lo que ocurrió en realidad, porque cuando tu vas a Granada todo el mundo te cuenta historias distintas de la misma anécdota”, explica elocuente. Inequívocamente arraigada al folclore contemporáneo nazarí, ese que para Lacuesta va de Lorca a Los Planetas, pasando por Val del Omar y Morente, la película se vuelve inapelable cuando funde lo material con lo sensorial: “Todas las películas son de cine fantástico, por el hecho de rodar cosas que ya no van a existir en la vida real. Pero es verdad que en mis últimas películas esto se ha hecho más visible. He abandonado lo más materialista y lo más presente, pero son líneas de trabajo complementarias. Ahora, quizá, cuento las cosas desde el interior de las cabezas. Nunca será, para mí, lo mismo rodar desde la altura de los ojos que desde la consciencia plena de la puesta en escena”, reflexiona el director, que ya había optado a la Biznaga de Oro en 2016, con “La próxima piel” y en 2011, con “La noche que no acaba”.
Volátil, a veces lírica y a veces brutalista, “Segundo premio” confirma a Isaki Lacuesta como nuestro director más seguro de su instinto artístico, resistiendo la comparación con cualquiera de los maestros históricos gracias a una obra totémica sobre la ambición (y su ausencia) como causa y solución de todos nuestros problemas. Eso pasa, por ejemplo, gracias a detalles tan aparentemente superados como el tratamiento de la heroína, el caballo textual que casi se lleva por delante a uno de los miembros de la banda: “Si algo se ha convertido en un cliché, hay que intentar salirse del molde. Las películas tienen que rozar, sorprender con equilibrio”, explica el realizador antes de abordar el montaje, de manera incontestable, el gran triunfo del filme: “Ese era el gran reto de la película, y no era consciente de ello al aceptarla. Había que encontrar un equilibrio entre lo narrativo y lo musical, no parar la película para incorporar la música. Ese trabajo, que empezó en guion, tiene mucho que ver con el trabajo de letras de Los Planetas, que aparenta ser autobiográfico. La música, como sus canciones, tenía que brotar de lo que está ocurriendo en la película”, sentencia, listo para vestirse de ramillete de jazmín el próximo sábado en Málaga.