En San Pedro de Alcántara (Marbella) lo conocían como « el barco de los botones « por las botonaduras de bronce y latón halladas en la playa malagueña. Se pensaba que podía tratarse de uno de los buques franceses, el 'Lys' o el 'Magnánimo', que se hundieron en la zona en 1705, durante la batalla de Punta Cabrita librada en la Guerra de Sucesión . Hasta que buceando en los archivos y en el propio pecio, se han hallado indicios de que esa robusta embarcación de gran envergadura, que yace entre 6 y 7 metros de profundidad, puede tratarse de uno de los cuatro navíos experimentales que se construyeron con el sistema 'a la inglesa' de Jorge Juan . «Aún no tenemos todos los datos para afirmarlo al 100%, pero en un 90%, yo diría que podría ser 'El Fernando' «, sostiene Milagros Alzaga , jefa del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico ((Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía). Este navío de tercera clase, artillado con 64 ó 68 cañones y con 48 metros de eslora y 12,5 de manga, se construyó en el astillero gallego de Esteiro (El Ferrol) en 1750, justo al regreso de Jorge Juan de Gran Bretaña. El eminente marino y científico había sido enviado en 1748 por el marqués de la Ensenada con la doble misión de espiar los métodos de construcción naval de los ingleses y reclutar a ingenieros, carpinteros y calafates que trabajaran para la Corona española. Como ministro de la Marina de Fernando VI, el marqués de la Ensenada buscaba reformar los navíos de línea para que fueran más grandes, más ligeros, más rápidos y realizados con menor cantidad de madera, que ya escaseaba por la extensa tala de bosques. Por entonces, quienes construían así eran los ingleses, de ahí el espionaje industrial encomendado a Jorge Juan. El marino, que alternó su nombre con falsas identidades (Mr. Joshua o Mr. Sublevant, 'book seller in London'), cumplió con éxito su cometido. Antes de ser descubierto y huir del país disfrazado de marinero, el insigne espía conocía los secretos del sistema de construcción naval inglés y había contactado con más de 80 profesionales que lo esperaban en España, listos para construir nuevos barcos. Los primeros fueron 'El Fernando', el 'Asia', el 'África' y el 'Septentrión', botados en 1751-1752. En ellos se pudieron comprobar los aspectos positivos del sistema inglés, pero también los negativos y se fueron aplicando cambios 'a la española' que se consideraron pertinentes. El sistema 'a la inglesa' de Jorge Juan «Van a ser la base que sustentará después la construcción de un sistema mixto que nos gusta llamar 'de Jorge Juan' «, explica Alzaga en conversación telefónica desde Alicante, donde el pasado 15 de febrero ofreció una conferencia. La doctora en Historia y Arqueología marítimas relata, por ejemplo, que 'El Fernando' llegó de un viaje desde Nápoles con la pólvora y el cargamento mojado porque los ingleses unían las tablas, sobre todo, con cabillas de madera y se ordenó que se claveteara con hierro toda aquella tablazón por la que entraba agua. La experiencia recabada con este barco y sus compañeros pioneros fueron la base de las mejoras en el famoso Apostolado , la serie de doce navíos construidos con el sistema 'a la inglesa' de Jorge Juan que participaron en numerosos combates durante la segunda mitad del siglo XVIII. 'El Fernando' realizó dos viajes al puerto de Veracruz y prestó diversos servicios a la Armada antes de irse a pique en 1760 en las costas malagueñas, entre Estepona y Marbella . La documentalista del IAPH Lourdes Márquez localizó en el Archivo General de Simancas y en el Archivo General de la Marina ''Álvaro de Bazán' información sobre el naufragio que ha resultado clave en la posible identificación del pecio de San Pedro de Alcántara. El navío partió el 12 de octubre del arsenal de La Carraca de Cádiz con destino al de Cartagena. Cuando navegada frente a Motril se vio sorprendido por un fuerte temporal en el que perdió los tres palos, dos anclas y dos anclotes. En un día de tregua, la tripulación cosió las velas y con dos de los palos trató de hacer uno para intentar llegar a tierra, pero para su desgracia el tiempo empeoró. Tuvieron que lanzar el ancla de la esperanza, que no agarró en la arena, y tras perder el timón en un fuerte cabeceo, el barco embarrancó, escorado hacia la banda de estribor. Nueve personas que se tiraron al agua murieron en el siniestro. El resto logró salvarse y una vez en la playa, se montó un dispositivo para rescatar cuanto fue posible del barco, antes de prenderle fuego. Según la documentación hallada hasta el momento, se sacaron treinta cañones, así como otros materiales. Investigando el posible navío de la Armada Española Arqueólogos subacuáticos estudian el pecio que sospechan que se trata de 'El Fernando' José A. Moya / IAPH El navío llevaba un cargamento de elementos de construcción naval e indumentaria militar (capotes, casacas, gorros, zapatos…), así como armas ligeras o cartucheras. Eso explicaría su popular nombre del 'barco de los botones'. Pese a que el buque ha sufrido un importante expolio, también en las inmersiones realizadas por el equipo interdisciplinar del CAS del IAPH, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de las Universidades de Alicante y Gales, con el apoyo del Ayuntamiento y el Puerto Deportivo de Marbella, se han encontrado «botones y hebillas y los cañones son de la época» , según apunta Alzaga. Además, cuentan con indicios de arquitectura naval de que fue construido 'a la inglesa'. Los arqueólogos subacuáticos han documentado el uso de cabillas de madera, así como clavazón de hierro que podría corresponderse con esa orden de clavar las maderas para evitar la entrada de agua en el barco. Las portas (esas pequeñas puertas que se abrían para sacar los cañones) se corresponden con las medidas inglesas, mayores que las españolas, han encontrado unas piezas características de las cuadernas del sistema inglés (choques) y han hallado marcas de puntales colocados de forma oblicua para sostener la bodega desde la zona baja del barco, otro rasgo diferenciador. También las dimensiones del navío concuerdan y la popa está rota, como señalan las fuentes. Cartografiado en un día La campaña del pasado septiembre fue reveladora. «Tuvimos la grandísima suerte de que el primer y segundo día el agua estaba cristalina , parecía el Caribe«, cuenta Alzaga. Dirigidos por José Antonio Moya, arqueólogo subacuático de la Universidad de Alicante especializado en documentación con técnicas digitales, pudieron tomar más de 3.000 fotografías que la empresa de interpretación de patrimonio cultural La Sibila procesó online para que el equipo pudiese crear un modelo tridimensional del pecio y una planimetría. Detalle de la imagen en 3D del pecio José A. Moya / iaph «Fue decisivo porque gracias a esas condiciones favorables pudimos hacer en una tarde lo que planeábamos para una semana, hemos batido un récord «, señala Moya. Al día siguiente contaban con una ortofoto de todo el yacimiento, que se extiende en un área de 60-65 metros de longitud por 12 de anchura, y poco después disponían de un mapa de elevaciones que les permitió recabar información importante sobre la embarcación para realizar sondeos en zonas concretas.. Los arqueólogos tomaron muestras de las maderas del pecio, actualmente en estudio, para ver si coinciden con la documentada en los archivos. «Si hay suerte, los análisis nos podrán dar hasta el momento de corte de ese árbol y en qué zona creció» , comenta Alzaga, que emplaza a tener todos los datos -arqueológicos y documentales- para identificar con seguridad el naufragio. De confirmarse, sería el único que se ha descubierto de esos cuatro navíos experimentales 'a la inglesa' de Jorge Juan, un pecio de especial interés arqueológico porque ayudará a conocer cómo se creó ese sistema mixto. Desde la Sede de la Universidad de Alicante de Villajoyosa, que dirige José Antonio Moya, pensaron que era muy oportuno dar a conocer esta investigación en la provincia donde nació Jorge Juan y le propusieron a la directora del proyecto impartir una conferencia para explicar los avances del estudio. Para Moya, «tiene unas conexiones emocionales con mi pueblo, con mi familia, con mis recuerdos de infancia muy importantes«. Recuerda que cuando las piezas comenzaron a apuntar cada vez con más fuerza hacia uno de los barcos de Jorge Juan, comentó a sus compañeros de equipo que el ilustre marino era de su pueblo y los demás se rieron. «Era de Alicante, de Novelda, y no os imagináis la ilusión que me hace estar aquí documentando este pecio porque es conocimiento que puso este hombre al servicio del país y de la construcción naval», les dijo. Para un arqueólogo subacuático que de niño pasaba cada día por delante de la estatua de Jorge Juan, en la plaza de Novelda, investigar uno de sus trabajos es «muy enriquecedor». «Los que somos de secano creo que anhelamos salir al mar a navegar y bucear incluso más que los costeros. Eso le debió pasar a Jorge Juan y me pasó a mí», dice.