Desde que el presidente Lula da Silva asumió el poder en Brasil, él y su círculo más íntimo han buscado en forma permanente limpiar su imagen frente a la opinión pública internacional luego del proceso judicial relacionado a la corrupción en Petrobras que lo llevó a la cárcel durante algunos meses. Frente a esta historia cercana, Lula volvió a la arena política y venció la elección presidencial más cerrada de la historia de Brasil, pero al mismo tiempo la más polarizada.
A partir de su llegada a Brasilia, Lula buscó volver al escenario internacional añorando épocas pasadas de gloria cuando su figura en el contexto del surgimiento de los Brics con una China pujante, Occidente embarrado en crisis financieras, y con Estados Unidos atascado en Irak, generaba simpatía y admiración. La idea de nuevos liderazgos globales surgidos desde el hemisferio Sur que venían a contestar el orden internacional vigente era fascinante. Sin embargo, el tiempo pasa, y en estos últimos años, el mundo cambió, con el surgimiento de liderazgos populistas como Donald Trump en EE.UU., un Xi Jinping abiertamente contestatario a Occidente, siendo apoyado por autócratas como Vladimir Putin en Rusia entre otros. La llegada de la pandemia, la escalada de la guerra comercial entre EE.UU. y China, la India de Narendra Modi transformándose en el tractor global de la economía, y la crisis de la Unión Europea que pasa a ser un actor secundario a nivel global, nos lleva a un cambio de escenario muy drástico que hasta ahora el gobierno de Lula parece no haber entendido.
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En este contexto, las secuelas de la pandemia, con un Occidente sin liderazgo claro, junto a la vuelta de una guerra convencional en territorio europeo, y un ataque terrorista sin precedentes con el estilo brutal de ISIS en territorio israelí, nos muestra una geopolítica mucho más compleja y posiblemente sin espacio para volver a plantear un liderazgo del Sur a partir de la imagen de un 'Lula hijo del Brasil'.
Pero en este tablero global, es que el presidente Lula, que sufre una gran fragilidad política interna, ha buscado en los últimos 12 meses, reconstruir su imagen internacional, intentando sin ningún éxito presentarse como mediador en los dos grandes conflictos internacionales de la actualidad. Cabe resaltar, que la falta de éxito ha sido muy evidente y ha generado incidentes internacionales como con el presidente Volodimir Zelensky de Ucrania y últimamente con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
En el caso de Ucrania, la propuesta de Lula nunca fue considerada por el lado ucraniano, debido a la visión política de un Lula que no parecía ser totalmente imparcial en su análisis del conflicto frente a su par ruso. Ya que al presentar la idea de que Ucrania debería buscar aceptar la pérdida de algunas regiones del este ucraniano como base para la negociación, algunos analistas se preguntaban si en un caso hipotético donde Brasil se encontrara en esa situación, el gobierno brasileño estaría dispuesto a ceder el Amazonas brasileño.
En síntesis, el intento mediador de Lula frente al conflicto de Ucrania ha sido un fracaso visible frente a toda la comunidad internacional. Sin embargo, con esta idea firme de parte del presidente y de algunos círculos del Partido de los Trabajadores, de buscar reivindicar la imagen del presidente como un gran líder que aboga incansablemente por "la paz mundial", Lula sigue moviéndose erráticamente a nivel internacional. Y como resultado, el presidente brasileño hace algunos días, desde Egipto, luego de una gira mediocre por África, sentenció que el accionar del gobierno israelí frente al ataque terrorista de Hamas en la franja de Gaza en los últimos meses es un genocidio similar al llevado adelante por los Nazis durante el Holocausto.
El desatino de ese discurso se inscribe en un razonamiento llevado adelante por el Itamaraty donde en su afán de seguir buscando un conflicto para que Lula pueda mediar, ellos estimaron que debido a que el liderazgo de Netanyahu estaba muy cuestionado dentro de Israel antes del ataque terrorista, y donde además, en la opinión publica internacional han surgido voces en contra del empleo desproporcional de fuerza en la respuesta de Israel a Hamas, habría una oportunidad para posicionarse como un actor que denunció al líder israelí antes de su caída, para ser reemplazado por un nuevo liderazgo israelí mas moderado.
Pero la realidad, es que toda esta apuesta se basa en una fuerte especulación sobre el futuro de la política interna de Israel por un lado, la capacidad de un presidente algo devaluado a nivel internacional que pueda transformarse en un broker aceptable no sólo por Israel y los liderazgos palestinos, sino tambien por los grandes intereses que Occidente posee en la región, los nuevos liderazgos árabes, y los liderazgos autocráticos con el régimen Iraní a la cabeza secundado por Rusia y posiblemente China. Y esto sin contar además en la falta de músculo político real o histórico en este conflicto centenario en Medio Oriente, donde Brasil sólo puede sacar la carta de "Oswaldo Aranha", que, como presidente de la Asamblea de Naciones Unidas, fue una pieza clave para la creación del Estado de Israel, al alinear los votos de los países latinoamericanos y otros tercermundistas a fines de los '40.
Dice un viejo refrán, "siembra vientos y cosecharas tempestades", pues bien, lo único que ha logrado Lula hasta ahora, es una cosecha de conflictos con Ucrania e Israel, asi como con la comunidad judía en Brasil y el exterior, algo jamás vistos en la política exterior brasileña desde la vuelta de la democracia en Brasil.
Desatinos discursivos frente a una comunidad internacional que observa azorada los pasos en falso de un líder con mas pasado que futuro.