Una de las marcas de origen argentino que más aprovechó la escasez de botines de fútbol de los últimos años fue Topper. Desde 2021 ganó ocho puntos de participación en el segmento y culminó el año pasado con un 22% de share. "Veníamos atrasados en posicionamiento y hoy luchamos el liderazgo", asegura Darío Rubaja, director Comercial de la compañía.
Ahora prevé un 40% de crecimiento en este negocio y planea dar pelea dentro de la franja premium con un nuevo modelo de cuero de producción nacional.
"Venimos en catch up", resume el ejecutivo. Históricamente, detalla, los botines representaban un 6% del mix total y hoy se lleva un 8 por ciento. "En general toda la industria sufrió la desprolijidad de no poder planificar con agudeza lo que se podía traer. Hubo meses en los que faltó producto y algunas marcas no pudieron sortear eso. En nuestro caso, cada botín que entregamos, se vende", señala.
En 2021 la empresa anunció un plan de inversión de $ 500 millones en su planta de Aguilares, en Tucumán, que ya desembolsó por completo. Una parte de este proyecto implicó una erogación de $ 80 millones para volver a producir indumentaria en su única fábrica en el país, la cual se dedica exclusivamente a desarrollar productos Topper. También en 2022 plantó bandera en Uruguay con la apertura de su primer local monomarca.
Topper nació en 1975 como una idea de la firma Alpargatas para incursionar en el mundo del calzado deportivo. Primero puso un pie en el tenis, después en el básquet y luego llegó al fútbol. Durante varios años jugó en el torneo local como sponsor técnico de varios clubes campeones, como Vélez (Clausura 2005), Estudiantes de La Plata (Apertura 2006) y Newell's Old Boys (Torneo Final 2013). Sin embargo, su fuerte siempre estuvo en el negocio de las zapatillas.
"Hoy somos la marca argentina número 1 en calzado deportivo en volumen", apunta Rubaja, que resalta que Topper cerró 2023 con un 18% de share de los 33 millones de pares que se vendieron en la categoría. Si bien tuvo su origen en el mercado local, desde 2019 la empresa está en manos del grupo brasileño Sforza tras un desembolso de u$s 64 millones.
Los botines son un calzado muy técnico con poca versatilidad de uso. Por eso, ante las dificultades para importar producto terminado y partes para ensamblar, algunas compañías se volcaron a ítems de mayor circulación, como las zapatillas de running. "Nosotros dentro de todo pudimos lidiar con la complejidad del sistema. Ahora la situación se está empezando a liberar. Pero ante esa falta de abastecimiento completo en el mercado, desde la marca intentamos cumplir un rol de proveer a los clientes para que tengan oferta. Nos piden y tratamos de acelerar", afirma.
Hasta ahora, el 90% de su producción de botines en Aguilares correspondía a ensamblado, mientras que los importados terminados se llevaban el resto. La estrella de su portafolio es el San Ciro de cuero sintético, en tanto el modelo Stingray se posicionaba como una opción premium. Esto cambiará con el lanzamiento de su nuevo botín de fútbol, Artis.
"Es de cuero natural y es casi todo producción nacional excepto la suela, que es importada. Incluso hacemos la capellada en Tucumán", describe el ejecutivo. Calculan que el Artis se llevará un 20% del volumen de producción este año.
Históricamente el negocio de botines representó un 10% de la venta de calzado deportivo, aunque hoy patea un 8 por ciento, es decir alrededor de 2,2 millones de pares. Según los números brindados por la empresa, Topper produce unos 400.000 pares de botines por año en su fábrica de los casi 5 millones que maneja de calzado deportivo total. Y este año espera un nuevo salto en los números.
"No vamos a hacer inversiones grandes en 2024, sino que será un año de consolidar volumen", comenta Rubaja. La compañía prevé un crecimiento moderado en el negocio general, sin embargo proyecta un 40% de crecimiento dentro del segmento botines de fútbol. "La categoría tendría que pesar un 10% en el negocio de calzado deportivo y, en parte, eso es porque faltan botines. Por eso creemos que hay espacio para crecer".