En su anhelo por transmitir a Silsila la memoria de su árbol transgeneracional, al tiempo que con plena consciencia de ser un efímero eslabón en una larguísima cadena de evolución, Parampara inserta fragmentos de la vida de sus ancestras: Federica, su tatarabuela, una anarquista con Mujeres Libres durante la guerra civil española; su bisabuela Lola, nacida al final de la guerra, que llevó a cabo una misión clandestina extraordinaria; su abuela Joana, una rara avis en la familia, fiel a una insólita promesa de infancia, fiel a la Palabra; y su madre, Marina, perteneciente a la generación de supervivientes: los testigos de la Gran Noche. Así, a vista de pájaro, Parampara ofrece una visión sinóptica del último siglo de la Era Ida, que coincide con nuestra historia reciente y frágil presente. Sonata telúrica es un canto a la esperanza, al carpe diem, al apoyo mutuo, al despertar de la consciencia trascendental y a la evolución de la especie humana.