Cuando tenía solo 11 años, el abuelo de la directora de cine Anna Hints murió. Tal y como dicta la tradición en Vana-Võromaa, la región del sur de Estonia donde nació, un día antes del funeral, todas las mujeres de la casa se reunieron en la sauna de humo. Entre la penumbra y el vapor ardiente, su abuela les confesó que su marido le había sido infiel en múltiples ocasiones y que aquello había supuesto uno de los mayores sufrimientos de su vida. En las palabras de la abuela había enfado, dolor y mucha vergüenza.
“Había ido a la sauna muchas veces, antes incluso de nacer, en el vientre de mi madre, pero esa vez fue diferente”, recuerda la directora. “La sinceridad de mi abuela era tan solemne, tan digna. El resto de mujeres mayores también confesaron algunos secretos hasta entonces desconocidos. Una vez nos vestimos y salimos de allí, recuerdo sentir que mi abuela había hecho las paces con mi abuelo”.
Aquel día supuso para Anna su entrada en la tradición de las hermandades femeninas de las saunas de humo. Espacios seguros en los que las mujeres se sienten libres para compartir sus emociones y experiencias, donde se escuchan, donde las historias propias y ajenas ejercen sobre las asistentes un fuerte poder curativo.
Muchos años después, en 2015, y convertida ya en realizadora, Anna sintió que tenía que retratar en un documental ese espacio casi mágico, ancestral, en el que la sororidad se representa de una forma tan potente y única. Ahora, su trabajo, titulado en español simplemente como Sauna, se acaba de estrenar de la mano de Filmin.
Las saunas de humo son la forma más antigua de sauna y sus orígenes son tan remotos que resulta difícil datar su aparición en un momento concreto del pasado. Los primeros testimonios escritos sobre ellas son de la época de las cruzadas. Tradicionalmente, cada casa tenía la suya, que era una construcción aparte del edificio principal y que tenía un marcado carácter ceremonial, casi sagrado.
“Es un lugar espiritual donde vas a lavar tu cuerpo y tu alma”, explica Hints. “Suelen usarse una o dos veces a la semana. Se tiene que calentar con leña y después dejar salir el humo antes de entrar, ya que no tiene chimenea. Cuando alguien prepara una de estas saunas, suele invitar a sus vecinos, parientes o amigos. Hombres y mujeres la usan por separado. En la sauna, las mujeres cantaban canciones tradicionales, daban a luz y también se lavaban los cuerpos de los muertos. Era un lugar en el que la vida y la muerte se encontraban, una especie de portal y también una forma de curación. Por supuesto, hoy puedes ir a un lugar turístico y vivir la experiencia de una de estas saunas, pero la tradición exige que vayas con gente cercana. Yo, por ejemplo, tengo un grupo de amigas que nos reunimos regularmente en una de ellas”.
La directora define estos espacios como lo opuesto a las redes sociales. “En la sauna te desnudas, pero no solo de forma física, sino también espiritual”, afirma. “Al contrario que en las redes, donde nos gusta cubrirnos, representarnos de forma diferente a como somos. Además, esa desnudez te hace consciente de que existen cuerpos de todas las formas y tamaños. Desde mi infancia, recuerdo ver cuerpos de todo tipo: desde bebés hasta una persona de 100 años a la que le lavaba la espalda. Se crea una relación diferente con la desnudez y los cuerpos. Es algo que nos falta hoy en día. La vejez está censurada, la imperfección está censurada. Si las personas frecuentaran más lugares seguros como las saunas de humo para estar desnudos de cuerpo y mente, creo que seríamos más felices y probablemente algunas empresas ganarían menos dinero. A ellas les interesa que estemos insatisfechos con nuestro propio cuerpo y que estemos tristes”.
“El ambiente del mundo exterior es muy diferente al que se crea dentro de la sauna”, remarca la realizadora. “Pero es cierto que cuando sales y vuelves a ponerte la ropa, de alguna forma ese espíritu se queda contigo. Esa es mi experiencia personal. Esa especie de solidaridad te da fuerzas para poder enfrentarte a los desafíos en el mundo exterior. La película es una reivindicación de que necesitamos ese tipo de espacios, lugares donde ser escuchados, y que tenerlos cambia nuestra conciencia e influye en nuestra forma de ser”.
El rodaje de Sauna se extendió durante más de siete años y en el mismo participaron unas 40 mujeres, aunque en el montaje final aparecen unas veinticinco. “Absolutamente todas tenían alguna historia de acoso o algún tipo de experiencia negativa”, recuerda Anna. “Muchas nunca la habían compartido con nadie y conseguimos crear el ambiente propicio para que lo hicieran. Las sesiones solían durar unas cuatro horas pero a veces se alargaban mucho más. Era necesario tomarse el tiempo para que las emociones salieran a la superficie”.
Otro de los desafíos del filme fue más técnico: rodar en unas condiciones de temperatura y humedad extremas y con muy poca luz. “Varios directores de fotografía nos dijeron que era imposible rodar en una sauna de humo. La temperatura promedio solía ser de unos 80 grados y a veces llegaba a 90. No hay electricidad, el ambiente es húmedo y apenas hay luz. Había que aclimatar el equipo, dejar que se calentara antes de usarlo, y tener otras cámaras para cuando rodábamos fuera, a temperaturas de 20 bajo cero”.
“Otro de los grandes desafíos del rodaje fue retratar cuerpos desnudos sin sexualizarlos”, apunta la directora. “Muchas personas que han visto la película me comentan que eso les resultó especialmente llamativo y estoy muy orgullosa de ello porque creo que consigue hacernos conscientes de nuestra propia mirada. Habitualmente tenemos una visión muy crítica de nuestros cuerpos y de los de los demás y creo que el documental nos hace reflexionar sobre esto. Demuestra que es posible mirar de una forma diferente”.
La directora ve esa forma de retratar el cuerpo femenino como una forma de reclamarlo para las propias mujeres. “La sauna nos da la posibilidad de liberarnos de las expectativas, de todo lo que implica en la sociedad nacer con un cuerpo femenino, y ser más libres, de abrazarnos a nosotras mismas”.
La tradición de las saunas de humo del sur de Estonia está protegida por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En esa zona, la costumbre todavía está muy viva y se sigue practicando. Ahora, después del estreno del documental, que ha tenido un gran éxito en su país, parece que el interés por esta tradición está reviviendo. “Muchas mujeres han empezado a crear grupos para ir a la sauna de humo y también muchos hombres, e incluso existen grupos mixtos. Hasta he recibido ofertas para rodar una versión del documental con hombres, para ver a los primeros valientes que comparten sus vulnerabilidades”, explica Hints.
“Por desgracia, en Estonia todavía tenemos un largo camino que recorrer en lo relativo al feminismo”, reconoce. De hecho, la directora cuenta que cuando habla de la película en su país, evita utilizar el término “feminismo” ya que mucha gente todavía no tiene claro lo que significa y piensa que va en contra de los hombres. “Así que acabo hablando de feminismo, pero sin decir la palabra. En las presentaciones, explico que el problema está en la mentalidad patriarcal, que va más allá de los géneros, y todos acabamos sufriendo por ella. Los hombres también, no pudiendo mostrar su vulnerabilidad o teniendo que aparentar fortaleza pase lo que pase. Defiendo que, para mí, la auténtica fortaleza se demuestra teniendo el coraje de mostrarse vulnerable”, concluye.