EL hombre de confianza de un rey constitucional tiene que ser una mezcla de letrado, político, funcionario y diplomático. Jaime Alfonsín ha sido o aprendido a ser todo eso, y bastante más, a lo largo de las tres décadas que Felipe VI lo ha tenido a su lado. Su instinto, su oficio y su tacto han resultado claves en el pequeño pero delicadísimo engranaje monárquico, y sobre todo en el muy difícil tránsito por los complejos avatares institucionales de los últimos diez años. Además de pilotar la etapa de consolidación de la figura del Príncipe de Asturias, incluida una boda que rompía hábitos consolidados, le tocó lidiar con el proceso de abdicación y sucesión de Don Juan Carlos, reformar y...
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