Aplicadas ya en Cataluña y anunciadas en Andalucía , las restricciones provocadas por la sequía vuelven a poner de manifiesto la necesidad de ejecutar un plan que permita la interconexión estable de las cuencas de una España cada vez más desequilibrada por el régimen de lluvias. Pese a su escasa representatividad, y precisamente como consecuencia de su programa de desarticulación del Estado, el independentismo ha logrado imponer un modelo basado en las fronteras regionales y los parches pasajeros, que ahora pasan por buscar agua en un Ebro que considera propio. Cuando se sacrifica el interés general, los muros territoriales impiden que circule la riqueza que representa el agua, bien de primera necesidad convertido en mercancía local. Escudarse en las competencias autonómicas, marginales en materia hidrográfica, para evitar cualquier intromisión que moleste al separatismo, como hace Teresa Ribera, solo contribuye a agravar una crisis que es de todos y para todos.
