Un
Novak Djokovic raro, aletargado durante muchos instantes. Demasiado contenido. Todo muy extraño, salvo el desenlace. En la agonía, sintiéndose contra las cuerdas, despierta cuando no había otro remedio. Mete una marcha más a su tenis, todavía muy por debajo de su nivel habitual en los Open de Australia, y consigue el objetivo, que no era otro que estar en tercera ronda, darse más días para continuar buscando una forma que no acaba de encontrar.
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