Lo más triste de la sesión del miércoles en el Parlamento no fue la extorsión ganadora de un partido separatista responsable de una revuelta de secesión y dirigido por un prófugo de la justicia , sino ver al presidente del Gobierno ufanarse de haber cedido al chantaje que le permitió aprobar tres decretos. Ésa es la anomalía esencial en que el sanchismo, entendido como un modo de gobernar (?), ha sumido a la política española, donde la humillación del Estado se ha convertido en norma y entregar trozos de soberanía nacional como moneda de cambio se considera una victoria. Al grito de «más madera», como en la película de los hermanos Marx, el jefe del Ejecutivo desguaza el tren constitucional...
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