El país carece de una infraestructura para un cuidado a largo plazo de la población mayor.
Recientemente leí algunos estudios que abordan el “reto” al que me refiero en el título de esta opinión. Todos se centran sobre aspectos de suma importancia relacionados con la cobertura y la sostenibilidad financiera de los sistemas de pensiones—en México y otros países—así como la suficiencia de los beneficios recibidos en la etapa del retiro.
Si bien México está avanzando en este sentido mediante el pago de una pensión universal (cobertura), el aumento gradual en los niveles de contribución (suficiencia), la reforma al sistema de ahorro para el retiro de 1997 para hacerlo sostenible—quedan muchas áreas de oportunidad.
Para mencionar una, el balancear la sostenibilidad financiera del sistema con la suficiencia de los beneficios recibidos de manera justa, transparente y continua, es una tarea pendiente. El presupuesto de egresos de la nación para el 2024, por ejemplo, vio incrementar los gastos programados para las pensiones y jubilaciones, no solo en términos absolutos sino también porcentualmente: de 16% en 2018 a 22% para el año entrante. Con elevadas tasas de interés esto implica costos crecientes para el gobierno de servir y renovar la deuda emitida para poder cumplir con sus obligaciones en el futuro.
En muchos otros países como Francia, Italia, Portugal y España, los beneficios generosos son, sin reformas dolorosos, insostenibles en el mediano plazo. Intentos de cambiar esta situación mediante, por ejemplo, el aumentar la edad de retiro son políticamente difíciles de realizar como pudimos observar recientemente en Francia.
Los casos mencionados abordan predominantemente el monto de las pensiones, lo cual, por supuesto es importante. Sin embargo, mi intención aquí es llamar la atención a la creciente necesidad de crear una infraestructura adecuada y accesible de asistencia para la población adulta mayor, especialmente para los que sufren de condiciones crónicas.
¡No es cosa menor! En México, el cuidado de la población adulta mayor tradicionalmente recae sobre la familia. Sin embargo, a medida que la población de 65+ está creciendo a tasas elevadas, la población de niños y jóvenes menores está disminuyendo. Dicho envejecimiento ejerce una presión fuerte sobre los sistemas tradicionales de seguridad social como las familias extendidas que ya de por si se encuentran debilitadas por procesos como la urbanización, la industrialización y la mayor movilidad geográfica. A esto, agrégale las redes sociales que tienden a promover una cultura más centrado en el individuo y su libertad. Nada malo con eso, pero no es muy compatible con el cuidado de las parientes mayores.
Fuera de la familia, México carece de una infraestructura para un cuidado a largo plazo de la población mayor. Las pocas estancias para adultos mayores con cuidados geriátricos de calidad son generalmente inaccesibles para la mayoría. Asimismo, las instituciones y programas del gobierno mexicano para el adulto mayor como son el INGER (creado en el 2008), INAPAM y el DIF son algo fragmentados y tienen, todavía, un alcance limitado. Así que, a medida que la población mexicana envejece, la necesidad de un sistema de servicios de salud especializada y accesible también crecerá. La buena noticia es que es un proceso gradual y previsible lo cual permite prepararse con anticipación. La mala noticia es que este tipo de problemas no genera ningún sentido de urgencia y existe la tentación de hacer prevalecer lo urgente sobre lo importante.
Afortunadamente la conciencia acerca de dicha problemática está ganando terreno. El Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas (IMEF) en un análisis reciente y con miras hacia el siguiente sexenio, hizo una propuesta de una transformación de los pilares pensionarios existentes para que sean complementarios e incluyen un pilar asistencial que integran los ya mencionados servicios de salud, movilidad, asistencia en el hogar y acompañamiento para la población adulta mayor.
Insisto, idealmente, el país se prepara invirtiendo en servicios sociales y médicos accesibles para poder atender de una forma adecuada al adulto mayor. ¡Ojalá y que nuestros líderes logren vencer las presiones políticas de corto plazo y que establezcan las bases de un sistema cuyos beneficios trasciendan su gestión y haga realidad el sueño de una vejez sin pobreza y con dignidad!
El autor es profesor del Departamento Académico de Contabilidad y Finanzas del Tecnológico de Monterrey. Su correo es hsimons@tec.mx
