Ahora que se ha ido, brilla con toda la fuerza la que, a mi juicio, es la gran obra de José Antonio Llorente: ser un maestro de maestros. José Antonio no solo fue el fundador y líder visionario de nuestra firma; fue, ante todo, un creador de líderes, un cultivador de talento y un animador de sueños compartidos. Quiso construir una empresa donde todo esfuerzo e intelecto importara, donde la diversidad de pensamiento -y de todo tipo- no fueran sólo conceptos, sino la manera de crecer para hacer crecer a otros. Donde lo único irrenunciable era y es la exigencia y el buen hacer, el inconformismo, el cuestionar nuestras propias ideas y el innovar todo el tiempo, porque nunca sirvió como explicación eso de que 'siempre se ha hecho así'. He tenido la suerte de compartir más de 20 años de mi vida con José Antonio como maestro y mi lección constante ha sido su creencia firme en el poder de la inteligencia colectiva. Para él, la clave del éxito residía en la capacidad de atraer y reunir a personas con distintas perspectivas, experiencias y habilidades. Ha sido nuestro maestro en el arte de escuchar, entender y canalizar muchos talentos diferentes hacia un propósito común. Su legado es claro y mi experiencia lo confirma: LLYC es y debe seguir siendo un punto de encuentro para personas de gran talento, distintas en su pensamiento, pero siempre «buena gente» y alineados en torno a valores y visión compartidas, donde cada uno tiene mucho que aportar. Por eso, de entre todo lo que podría mencionar en un momento de tristeza y agradecimiento pleno como este, lo que más me emociona es su compromiso con la formación de nuevos líderes. José Antonio no se contentaba con guiar; se dedicaba a enseñar, a inspirar y a desafiar a cada uno de nosotros a ser mejores y a hacer lo mismo con nuestros equipos. En cada reunión, en cada proyecto, dejaba una enseñanza sobre el crecimiento conjunto, un desafío para crecer y hacer crecer. Hoy miro alrededor y veo a mis socios y a más de 1.200 LLYCERS en 12 países, para reconocer que su habilidad para detectar y nutrir el potencial de cada uno era excepcional. Veía más allá del presente, anticipando un futuro donde los líderes que formaba serían los que llevarían adelante la visión de LLYC en los siguientes años y décadas. Esta visión no es solo sobre negocios; es sobre impactar positivamente en personas, sobre construir un mundo mejor a través de la comunicación, la comprensión y la construcción de confianza. José Antonio nos enseñó que el verdadero liderazgo tiene que ver con elevar a los demás, con crear más maestros, más líderes. Su legado vivirá en cada uno de nosotros, en cada líder que formó; en cada proyecto y en cada uno de los que hemos sido impulsados por él. Gracias, José Antonio. SOBRE EL AUTOR Luis Miguel Peña socio y CEO de LLYC en Europa
