El santoral católico es un compendio que reúne los nombres
de los santos y beatos que la Iglesia Católica celebra oficialmente en días
específicos a lo largo del año. Cada día del calendario litúrgico está asociado
con uno o más de estos personajes sagrados, que son conmemorados durante las
misas y son objeto de las oraciones de los fieles. Esta tradición de celebrar y
honrar la vida de los santos tiene sus raíces en los primeros siglos del
cristianismo. Durante este periodo, se empezó a venerar a los mártires y otros
individuos que se destacaron como ejemplos a seguir debido a la forma en que
vivieron y su testimonio de fe.
Estas celebraciones son mucho más que simples recordatorios. Son momentos de reflexión y conexión con los principios y valores que estos personajes representan. Los santos y beatos, con sus vidas y sus actos, nos muestran cómo mantenernos fieles a nuestros principios, incluso en tiempos de persecución y adversidad. Nos enseñan, a través de sus experiencias, que siempre podemos encontrar la fortaleza para mantenernos fieles a nuestras creencias. Además, el santoral puede ser un recurso de gran valor para profundizar en la historia de la Iglesia y el cristianismo, y para encontrar inspiración en la vida y las enseñanzas de los santos. Al conectar con estas figuras históricas, los fieles pueden encontrar guía y fortaleza para sus propias vidas, al mismo tiempo que honran el legado de estos individuos ejemplares.
En el santoral de hoy, 1 de enero, se conmemora a varios
santos y santas que han dejado una huella en la historia de la cristiandad.
Entre ellos San Almaquio, San Claro, San Eugendo, San Frodoberto, San
Fulgencio, San Guillermo abad de San Benigno de Dijon, San José María Tomasi,
San Justino obispo, San Odilón de Cluny, San Vicente María Strambi, Santa
Zdislava, Beato Hugolino anacoreta, Beato Juan Lego, Beato Mariano Konopinski,
Beato Segismundo Gorazdowski y Beato Valentín Paquay.
Además, hoy el santoral cristiano celebra la
primera fiesta mariana del año, Santa María, Madre de Dios. Esta festividad
celebra la maternidad de la Virgen establecida en el Concilio de Éfeso, un
decreto que certificaba a la Virgen como la madre del Señor.
El Concilio de Éfeso, convocado en 431 por el emperador Teodosio II, fue un acontecimiento crucial en la historia de la Iglesia Católica. Durante este concilio, se abordaron las diferencias y tensiones entre las escuelas teológicas de Alejandría y Antioquía respecto a la naturaleza de Cristo.
El debate se centró en las enseñanzas de Nestorio, Patriarca
de Constantinopla, que afirmaba que en Cristo existían dos naturalezas
separadas: la divina y la humana. Nestorio se negaba a reconocer a la Virgen
María como "Theotókos" (Madre de Dios), asignándole únicamente el
título de "Christotókos" (Madre de Cristo). Según su perspectiva,
Cristo no era el Hijo de Dios de manera directa, sino el hombre al que se había
unido el Hijo de Dios.
Cirilo de Alejandría, uno de los teólogos más destacados de
la época, respondió a estas ideas defendiendo la unidad de las dos naturalezas
en Cristo y reafirmando el título de María como Madre de Dios. A pesar de las
tensiones y diferencias, el Concilio de Éfeso alcanzó un acuerdo en 433,
conocido como la "fórmula de unión". Esta fórmula reafirmaba la
doctrina de la unión de las dos naturalezas en Cristo y condenaba las enseñanzas
de Nestorio.
El resultado más significativo del Concilio de Éfeso fue la clarificación de la doctrina cristológica, es decir, la comprensión de la Iglesia sobre la persona y la naturaleza de Cristo. Se estableció que Cristo es un solo sujeto, resultado de una verdadera unión entre el Logos de Dios y la naturaleza humana. Todo lo que realiza su naturaleza humana asumida debe atribuirse al único sujeto, que es el Logos divino encarnado. Por lo tanto, la Virgen María puede ser correctamente llamada Madre de Dios y no solo madre de un hombre unido al Verbo de Dios. Al ser la madre de Cristo, es también la madre de Dios.