Lo siento muchísimo, pero Arnaldo Otegui sabe bastante más que usted o yo de lo que hoy se negocia en Suiza. Durante 15 años este mismo mediador, la organización “Centro para el diálogo humanitario Henry Dunant”, se ocupó de las conversaciones con ETA. De hecho, el primer acercamiento al “problema catalán” se produjo al menos en mayo de 2019, a través de Puigdemont y justo con apoyo de Otegui. Se trataba de auxiliar a los encausados por el procés.
Otro que lo sabe todo es José Luis Rodríguez Zapatero, muy relacionado con Javier Solana, presidente honorífico de la Henry Dunant. Zapatero quedó muy chafado cuando el Tribunal Constitucional desautorizó su nuevo estatuto para Cataluña y desde entonces es niño preferido de los independentistas. Suele comentar que no le sentó nada bien la sentencia y, por ejemplo, en 2021 en el Ateneo de Barcelona, afirmaba durante la presentación de un libro: “Fue el Constitucional, pero claro, yo era el presidente del Gobierno. Siento una especie de deuda”. La deuda la está pagando con creces ahora.
La organización Henry Dunant, con sede en un palacete -Villa Plantamour- donado por la ciudad de Ginebra, a orillas del lago Leman, no comenta su participación en los procesos de pacificación en los que suele mediar: “Hacerlo iría en contra del buen trabajo del propio centro”, dicen sus fuentes. Sin embargo, lo que pasa hoy allí nos es perfectamente conocido porque está negro sobre blanco en el acuerdo firmado entre Junts y el PSOE. En el punto 3, el de los acuerdos, el texto reza: “En la primera reunión a celebrar este mes de noviembre (la cosa se ha retrasado a principios de diciembre) se planteará, entre otras cuestiones:
-Junts propondrá la celebración de un referéndum de autodeterminación (…). Por su parte, el PSOE defenderá el Estatut de 2006 (el de Zapatero).
-Junts propondrá la cesión del 100 por 100 de los tributos que se pagan en Catalunya (…) Y el PSOE apostará por medidas que permitan la autonomía financiera (…) y un plan para facilitar y promover el regreso a Catalunya de la sede social de las empresas que cambiaron su ubicación a otros territorios.
El de Waterloo va directo a la cosa mollar. Pedro Sánchez, que tantas veces falta a su palabra, ha sido muy diligente en complacerlo. Todo lo demás que se planteó en el papel se ha puesto ya en marcha: Ley de amnistía que incluya a los responsables y ciudadanos implicados en la consulta del 2014 y el referéndum del 2017. Comisiones de investigación sobre el “lawfare” o judicialización de la política. Y participación de Catalunya en las instituciones europeas y entidades internacionales (esta misma semana reclamaba el Gobierno de nuevo la inclusión del catalán en Bruselas).
La humillante reunión es nueva para todos nosotros, pero muy familiar para sus protagonistas, que se conocen hace tiempo. Santos Cerdán (“Supér Santos” lo llama Sánchez) representa al PSOE y Jordi Turull encabeza la legación separatista. Santos Cerdán, de 54 años, es un electricista navarro que comenzó en política municipal y lleva toda la vida en el partido socialista. Es el fontanero de Pedro Sánchez. Turull, barcelonés de 57 años, también empezó en los ayuntamientos y ha sido funcionario y constante miembro activo de Convergencia y Unión, primero, y de Junts después. Aunque es licenciado en Derecho no es exactamente refinado. Condenado por desobediencia al Tribunal Constitucional y malversación, fue elemento crucial de la organización del referéndum. Fue condenado e indultado por aquellos sucesos. Se trata, pues, de dos perros de presa.
Pedro Sánchez justifica la mediación internacional por la desconfianza que media entre ambas delegaciones. El problema es que la moneda de cambio no son asuntos de partido, sino nuestras cosas de comer. En la mesa suiza están el futuro de España como nación, la igualdad financiera y judicial entre españoles y las libertades.