Me desvelé en mitad de la noche, últimamente me ocurre con frecuencia. Entonces fueron los golpes del viento, como manotazos contra una pared, los que me despertaron. Abrí los ojos y todo era negro a mi alrededor, así que intuí -sin atreverme a sacar los brazos de las mantas para ojear el teléfono- que debían ser las horas más oscuras de la madrugada. Recuerdo que el insomnio duró varios minutos porque el vendaval no dejaba de zarandear la ciudad dormida. Y fue ahí cuando pensé en A. En sus miedos justificados. En su historia terrible. En su voz serena, a pesar de la dureza de sus p ...