Se le llama job hopping a la tendencia laboral, presentada principalmente por la generación Millennial en adelante, en la que cambian de trabajo como de calcetines. El poco compromiso, la aparente falta de oportunidades para crecer, una nula definición de metas en la vida, son algunos de los factores que expertos han detectado en este tipo de empleados que no duran en los puestos para los cuales fueron contratados.
En el caso del job hopping político (si el término aplica), agregaría que uno de los factores para decidir que un cargo de elección popular, como lo es una gubernatura, es la insaciable necesidad de demostrar que si no pudieron en un cargo, podrán en otro más importante.
¿Acaso Samuel García es un job hopper? La pregunta es pertinente porque solamente duró dos años en el mandato de seis para el cual los habitantes de Nuevo León, que confiaron en él y en su proyecto, le dieron el voto.
Ser gobernador de una entidad tan importante como Nuevo Léon es un asunto delicado. Involucra un nivel de responsabilidad al que pocos pueden comprometerse. Nuevo Léon aporta el 7.6 por ciento del PIB nacional; concentra 10 por ciento de las exportaciones manufactureras del país; y su PIB per cápita es casi 80 por ciento más elevado que la media nacional.
Y no es todo, Nuevo Léon alberga a nueve de los 14 municipios más ricos de México según la Conapo y el Coneval (San Pedro Garza García, San Nicolás de los Garza, Apodaca… entre otros). También es cuna de empresas de talla mundial como Femsa, Cemex, Alfa, Bimbo, Banorte… de instituciones del mayor prestigio como el Tec de Monterrey… en fin.
En este contexto, podemos entender que gobernar a un monstruo como Nuevo Léon puede resultar abrumador, pero dejar colgados a tus electores para buscar, infructuosamente, la Presidencia de México, no es motivo suficiente.
La crisis de gobernabilidad que vive Nuevo Léon se pudo prevenir perfectamente si Samuel García hubiera terminado su mandato. Gobernar no es un trabajo cualquiera, como una pizzería a la que puedes renunciar para irte a otro restaurante.
Los mandatarios deben hacer honor al cargo que les fue conferido democráticamente. Deben responder a sus electores. Es necesario que como país pongamos sobre la mesa el tema. Que se discutan candados efectivos que impidan que los legisladores, presidentes municipales, gobernadores, y ya no digamos el Presidente de la República, estén obligados a concluir satisfactoriamente los mandatos que les fueron conferidos en las urnas, o al menos que garanticen a los ciudadanos que terminarán dos tercera partes del mismo.
Basta de mancillar el voto. Más respeto a los electores.