Se esperaba que más de setenta mil delegados asistieran a la Conferencia de las Partes número 28 que dio inicio apenas este jueves 30 de noviembre, convocada por la Organización de las Naciones Unidas. Al momento de escribir esta columna, aún no se sabía si la cifra logró ser superada, pero por el momento eso no tiene la mayor importancia. Lo importante es que un gran número de líderes empresariales, personas jóvenes, científicos especializados en asuntos climáticos, funcionarios públicos de primer nivel, personas indígenas, periodistas, y otros muchos expertos o partes interesadas, se han congregado en la que quizá sea desde antes de haber iniciado, la más controvertida cumbre del clima de la historia, que bien podría ser llamada la Petro COP28.
Los Emiratos Árabes Unidos es el país anfitrión, una nación cuya economía depende en gran parte del petróleo, y el presidente de la cumbre es nada más y nada menos que el Dr. Sultán Al Jaber, que al mismo tiempo es director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi (ADNOC), que se encuentra desarrollando un plan de expansión de su producción petrolera que se incrementará en un 50 por ciento y planea iniciarse dos semanas después de finalizar la COP28. Es imposible dejar pasar el claro y directo conflicto de interés que pesa sobre quien juega un papel vital en dar forma a la ambición y los resultados que saldrán de la cumbre climática.
Existe una incertidumbre y preocupación generalizada acerca del rol que jugarán las empresas productoras de combustibles fósiles en las negociaciones que conducirán al comunicado final, documento que en pasadas conferencias ha dejado profundas insatisfacciones debido a la falta de compromisos claros, contundentes y precisos, y en cambio utilizar un lenguaje ambiguo e impreciso como eso de “se procurará una ordenada disminución gradual de los combustibles fósiles”.
En cuanta reunión por el combate al cambio climático se lleva a cabo en el mundo, estas compañías han hecho un uso extensivo de su pretexto predilecto para no reducir ni mostrar la más mínima intención de eliminar su producción: las tecnologías de captura de carbono, a cuyo desarrollo y proliferación han destinado carretadas de dinero en los últimos años, literalmente varios billones de dólares. Sin embargo y a pesar de todas esas inversiones, la captura de carbono dista mucho de probar ser una solución costo efectiva del problema a la escala que se necesita, de hecho han habido proyectos que han terminado en notables fracasos.
Un sorpresivo y muy significativo logro de la COP28, ha sido la aprobación en el primer día de negociaciones, del tan anhelado fondo de pérdidas y daños que Al Jaber llevó al pleno dando un certero sacudón al avispero. De inmediato la Unión Europea, el Reino Unido, los Estados Unidos y otros países anunciaron aportaciones cercanas a los 400 millones para los países menos favorecidos económicamente y que sufren con mayor intensidad los impactos del cambio climático. ¿Se acordarán de Acapulco?
Así, entre buenas noticias y decepcionantes compromisos, podría transcurrir la Petro COP28, un evento con gran influencia de un manojo de países dependientes del petróleo que el mundo duda sean capaces de transformarse lo suficiente para encarar el desafío del cambio climático. Estamos atentos.
Raúl Asís Monforte González.
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