Si, con todo, pueden resultar difíciles, se debe a que el objetivo que persigue, lo que intenta expresar o “atrapar”, desentrañar y comunicar, es la razón última u origen de las angustias, anhelos, penas, euforia, también, a veces, desasosiegos profundos del ser humano, el sentido, o sinsentido —y consiguiente dolor—, y el prodigio de nuestra existencia; de lo arduo del propósito, y no del carácter o estilo del poema, nace aquella dificultad. Abundando en el “cómo” son, yo diría que por lo general son poemas directos, de superficie tersa, clara —otra cosa es el trasfondo—; se pueden considerar contados aquellos en que los que domina la profusión o exuberancia formal, y esto a pesar de que, en mi poesía, la rima es rasgo, o característica, recurrente, sino fundamental, y obvia, asimismo, constante, cierta atención a la métrica, no por sí misma, no con la intención de componer estrofas de determinada hechura, sino por la cadencia, la musicalidad, el ritmo que proporciona.