Las cosas en Morena se están poniendo complicadas. Después de pasar el problemático ungimiento de Claudia Sheinbaum como la candidata favorita de López Obrador y, por lo tanto, la candidata oficial de ese partido, uno pensaría que ya trabajarían en paz y agarraditos de la mano. Todos salvo Ebrard, que optó por ir desapareciendo poco a poco y que en cuestión de semanas ha logrado ese noble propósito.
Pero la vida no es así de tranquila y las cosas en el poder, mucho menos. En este espacio, hace un par de días, señalaba la cruel paradoja en que se estaba convirtiendo la nominación de Omar García Harfuch como candidato de ese movimiento a la CDMX. Y lo mencioné tal cual me parece: que la izquierda, tan combativa hace años en esta ciudad –aunque hoy esté reducida a un grupúsculo de oscuros burócratas y activistas mantenidos por el gobierno–, vea cómo la herencia de tantas batallas termine como la herencia de un policía de carrera.
En lo personal, me parece que García Harfuch es un buen candidato, que cumple con las expectativas prácticas que uno supone se planteó Sheinbaum para escogerlo: un hombre que no tiene, en efecto, vínculos con el morenismo duro, que es bien evaluado en su trabajo en materia de seguridad –la materia que más demanda la población capitalina– y que, por lo tanto, puede comerle votos a la oposición en las clases medias que han sido estigmatizadas por el Presidente. Esto mismo ha provocado la furia de los “izquierdistas puros” del morenismo. Una banda de acomodaticios al presupuesto, como son los “moneros” de La Jornada, siempre listos para cualquier abyección ante el Presidente, pero que prefieren cotizar por separado en el caso de Sheinbaum, y algunos otros agitadores disfrazados de columnistas y opinadores que corrieron a sus casas para sacar el morral, la camisa de El Che, su libro de Gramsci y un disco de Violeta Parra que habían guardado en el clóset y salieron a gritar abiertamente en contra de la nominación del autoritario, del heredero de las fuerzas represivas. Vociferan sobre reivindicaciones, conquistas, luchas históricas y otra serie de ilusiones que ni ellos se creen, pues López Obrador ha militarizado todo lo que ha podido. Lo que pasa es que ya se dieron cuenta de que tendrán que hacer cola en la nueva nómina y eso ya no les gustó.
Particularmente llamó la atención lo que hizo el subsecretario Alejandro Encinas. Este hombre, que tenía una trayectoria íntegra y seria hasta antes de ser funcionario en Gobernación, ha terminado por ser un personero del Ejército, alguien que ha sido usado por el Presidente para lavarle la cara a los verdes que tanto ha odiado durante su vida pública. Al rendir el informe sobre el caso Ayotzinapa, que resultó una verdadera vacilada y una mofa para los padres de los estudiantes, derivó toda la atención en contra de García Harfuch al señalarlo “concretamente” como involucrado en la, según él, operación del gobierno peñista que terminó con la desaparición de los alumnos de la escuela normal de Ayotzinapa. La atención se ha ido tras el precandidato de Sheinbaum. El propio Presidente –que tampoco tiene debilidad por el señor García Harfuch– atizó el tema para mantener prendido el fuego.
Lo que pasa con Harfuch no es fuego amigo, son verdaderas bombas enemigas. Lo quieren bajar a como dé lugar y les quedan pocas semanas para hacerlo. Poco les importará llevarse entre las patas parte del prestigio de Sheinbaum, que sufriría una escandalosa derrota sin siquiera haber empezado su campaña. Pero se sabe: estos trogloditas, con tal de incendiar algo, son capaces de incendiar su casa.