El punto de partida en el mismo que el de la obra que arrastró a toda Europa a la ópera bufa (la "Serva padrona" de Pergolesi), solo que escrita diez años antes usando idéntica peripecia argumental: una criada codiciosa que quiere ascender socialmente a base de intimar con un adinerado noble. Los encantos de los "intermezzi" son muy inmediatos: líneas de canto pegadizas, ironía en la instrumentación y personajes estereotipados "extraídos" habitualmente de la "Comedia dell’Arte". Y desparpajo, claro, toneladas de desparpajo. De todo eso hay en el intermezzo en tres actos de Hasse, con arias que miran hacia el lamento amoroso (“Io t’aspetto”), "di furore" (“Ti credevi aver trovata”) o que presentan un canto silabatto germinal que anteceden en varias décadas a Rossini (“Imparate a maritarvi”). La partitura ha sido enriquecida con una magnífica obertura ("Demofoonte") y dos movimientos de sinfonías también de Hasse, músicas mejores aún que la propia obra lírica. De todo ello dieron buena cuenta el director musical, Ulises Illán y sus Nereydas, con una lectura llena de viveza y de sentido del contraste. La disposición de los siete músicos (divididos en los dos extremos del escenario) sumanba una dificultad extra a la concertación, que fue resuelta con aplomo y precisión de relojero en los patrones rítmicos.
La dirección de escena, elegante y precisa, corrió a cargo de Rita Cosentino que propuso más teatro que artificio y dejó un fondo fijo de casas sobre el que las puertas y las ventanas practicables introducían el espacio suficiente para los giros cómicos. Y sobre el escenario, dos cantantes y un actor. Natalia Labourdette, en el papel de Grilleta, mostró un timbre trabajado, colocación e inteligencia a la hora de caracterizar su voz en función de las situaciones. Perfecto David Menéndez, con presencia y toda la credibilidad que un personaje como el suyo (Portugnacco) puede tener. La voz acompañó cada pirueta sin asomo de fatiga. El actor Aarón Martín sirvió de desencadenante cómico de buena parte de la acción, con intervenciones milimétricas que en ningún caso chocaban con el libreto.
Todo fluyó con naturalidad y cuidado en cada mínimo detalle, a la altura de la partitura. Ojalá el éxito anime a mayores empresas con la música de Hasse.
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