"No importa mucho la línea de argumentación que tomemos. Si una mujer se aventura en un terreno tradicionalmente masculino, el abuso llegará de todos modos". La frase es de la historiadora y académica Mary Beard y forma parte de su libro 'Mujeres y poder', uno de los textos esenciales para comprender de qué manera ha tratado la historia a las mujeres poderosas, a las mujeres que osan traspasar la barrera de lo público. Su libro bien podría servir de bibliografía complementaria para esta campaña electoral.
A las puertas del día de reflexión, llegó el comentario machista más sonado. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, criticaba a la candidata de Sumar, Yolanda Díaz. Nada nuevo, salvo por la metáfora que escogía para hablar de los datos del paro, sobre los que el PP lleva arrojando sospechas toda la legislatura. "La verdad", decía Feijóo, son "los datos maquillados" de empleo. "Viendo la vicepresidenta que lleva el empleo, de maquillaje sabe mucho", agregaba. El candidato del PP se sumaba así a quienes han trufado sus críticas políticas de comentarios sobre el aspecto o la ropa de Díaz.
Lo hacía también este viernes la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES), que preside José María Aznar, que llamaba al voto contra Pedro Sánchez y aprovechaba, de paso, para decir que el presidente del Gobierno tiene como socio para seguir en el cargo a "un figurín neocomunista confeccionado a toda prisa con retales de Dior" en clara referencia a Díaz. De la marca de ropa que gasta Santiago Abascal nada decía el texto de FAES.
La ministra de Ciencia, Diana Morant, protagonizaba uno de los episodios que mejor describen la condescendencia y el paternalismo que sufrimos las mujeres. No fue en uno sino en dos debates que la ministra aguantó que los candidatos de las derechas no solo la llamaran por su nombre de pila, sino que la ridiculizaran cuando pedía el mismo tratamiento que se daban entre ellos. "Diana", repetía insistentemente el político popular Esteban González Pons. Finalmente, la ministra tomaba la palabra para señalar que los hombres que participaban en el debate solo utilizaban el nombre de pila para referirse a las candidatas y no a los candidatos, y pedía el mismo tratamiento que ella estaba utilizando: señora Morant.
Ni el candidato del PP, ni el de Vox, Carlos Flores, asumieron la petición. Por contra, cargaron con ironía contra Morant y trataron de ridiculizarla. Flores llegaba a decir con una sonrisita que, si tenían más debates, acabarían sabiendo "más de la vida de su excelencia mucho más de lo que sé de mis compañeros". La ministra no pudo evitar una mueca de desesperación.
Es muy posible que, de haberse puesto vehemente, se hubiera encontrado con el mismo tipo de comentario que el líder de Vox, Santiago Abascal, le lanzó a la candidata de Sumar durante el debate a tres. "Cálmese", le espetó Abascal a Yolanda Díaz cuando ella sencillamente le respondía con contundencia. Muchas mujeres ponían el grito en el cielo en las redes y había quien les respondía diciendo que también los candidatos hombres se han pedido entre sí calma en los debates.
Es cierto: Sánchez o Feijóo jugaban a señalar los nervios del otro y a pedir a su adversario que se tranquilizase. También es cierto que ni Sánchez ni Feijóo ni Abascal habrán tenido que escuchar nunca reproches a su tono de voz en un debate. Nunca habrán oído un 'histérica', un 'amargada' o un 'intensa' solo por enfadarse o ser vehementes. Nunca habrán sospechado de ellos: '¿Qué te pasa, es que tienes la regla?'. Enfadadas estamos más feas, vehementes también, o quizá es sencillamente que pensar y expresarnos nos afea a ojos de algunos.
Y es que España tenía por primera vez una candidata a la presidencia del Gobierno y muchos no podían perder la oportunidad. "Delgada y risueña, camina subida a sus zapatos de tacón y nadie puede negar que piense y mucho lo que se pone. Acude a la peluquería una vez al mes para teñirse y cortarse las puntas y resta horas de sueño para pasarse la plancha cada mañana por su melena rubia de mujer fatal", escribía en una columna de El Progreso de Lugo José Antonio Constenla el martes 18 de julio. Es imposible rastrear cada debate, cada intervención, cada columna, pero bastan algunos ejemplos para comprobar que el cuerpo, el aspecto, y la ropa siguen sirviendo para describir y cuestionar a las mujeres que están en el espacio público.
Federico Jiménez Losantos, que acuñó hace tiempo los apodos 'Barbie emociones' o 'Yoli tenacillas' para dirigirse a la vicepresidenta segunda, volvía a la carga estos días con 'Barbie planchita'. El periodista se refería así al vídeo en el que Yolanda Díaz aparecía planchando porque, asegura, le sirve para relajarse después de jornadas largas de trabajo. No fue el único en mencionarlo. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, también lo hizo en un mitin del PP. "¿No es inquietante que una mujer que vive en un piso de 400 metros cuadrados tenga que planchar?", lanzaba.
Mientras indago piezas y discursos para esta crónica, pienso varias veces: "Podría haber sido peor". Pero también: podría haber sido mucho mejor. Es más, debería ser mejor.