Una parte importante de la humanidad sufre hambre y la guerra ha agravado una situación que ya era delicada. En este contexto, una de las principales cartas que tendrá un nuevo gobierno reformista para presentarle al mundo, es el de aplicar políticas que prometan aumentar la oferta mundial de alimentos. Sin embargo, para que esta mayor oferta se materialice hay algunas políticas necesarias que aumentaran el precio real interno de los alimentos. Unos pocos números ilustran la actual situación social y lo que puede esperarse bajo un programa de liberalización de las exportaciones.
Según el pronóstico del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, es probable que hacia fin del corriente año, la incidencia de la pobreza habrá llegado como mínimo al 45% y, para la Provincia de Buenos Aires, el número se ubicaría en el 50%. El anterior gobierno se despidió con una incidencia de la pobreza del 32%. Este Observatorio también estima que entre el 35%-40% de la población pobre y de la indigente, son menores de 14 años.
Dada la aceleración del proceso de empobrecimiento que se viene observando durante los últimos meses, se estima que habrían caído en la pobreza otros 400.000 menores. Para UNICEF, si se incorporan las privaciones no monetarias el número de chicos y chicas pobres aumenta considerablemente. Obviamente, la principal causa de esta acelerada decadencia social es la profundización de las malas políticas económicas que vienen siendo implementadas durante los últimos años. Resumiendo, la cobertura de la población afectada por desnutrición se está expandiendo y afectando mucha gente joven cuando se sabe que su futuro desarrollo físico y psíquico depende de cuan bien se alimenten hoy.
Por otra parte, para acelerar el crecimiento económico a través de un aumento de las exportaciones de alimentos habrá que implementar algunas políticas que en el corto plazo se reflejaran en un aumento de los precios reales empeorando aún más la actual situación social. Veamos. Varios estudios muestran que los productores agropecuarios responden rápidamente a los incentivos de precios y esto vale tanto para la suba, como para la baja de precios.
Ante precios deprimidos como consecuencia de políticas aplicadas durante los últimos años, los productores han respondido produciendo menos. Supongamos que en promedio y de manera conservadora los derechos y las restricciones cuantitativas sobre las exportaciones agropecuarias han reducido los precios reales recibidos por los productores en un 15%-20% por debajo de los precios internacionales.
Entonces, bajo una elasticidad unitaria de esta oferta, el actual nivel de producción agropecuaria también se ubica alrededor de un 15%-20% por debajo de lo que podríamos producir. Puesto de otra manera, desmantelando las actuales barreras comerciales sobre las exportaciones, nuestra producción de alimentos podría aumentar un 20%.
Argentina también enfrenta la necesidad de corregir lo que probablemente sea la distorsión populista más grave que ha implementado este gobierno: una sobrevaluación de la moneda que actualmente representa un récord mundial. Para corregir esta distorsión, los partidos políticos vienen presentando distintas propuestas de políticas cambiarias. ¿Cuán seria es la actual sobrevaluación? Imposible saberlo, pero utilizando el método de "adivinanza educada" supongamos de manera conservadora que un tipo de cambio cercano al de equilibrio se logra con un aumento del tipo de cambio real del orden del 20%.
Rápidamente, los mayores precios que recibirían los productores se trasladarían a las góndolas. Entre desmantelamiento de las barreras y la devaluación real no sería de extrañar que los precios reales de varios alimentos aumenten en un rango de 20%-40%. Carne, pan, cereales, frutas, verduras, aceites, etc. son algunos de los productos que sufrirían un importante aumento de precios. Dada la actual situación social y la imposibilidad de que en el corto plazo los salarios reales mejoren lo suficiente como para enfrentar la nueva realidad de precios relativos, se hace necesario paliar las consecuencias de esta liberalización sobre la población vulnerable. De lo contrario, las reformas corren serios riesgos de enfrentar una situación de creciente malestar social con riesgos de que algunas políticas sean revertidas con consecuencias negativas sobre su credibilidad interna e internacional.
Queda en manos de los políticos decidir cuál es la mejor manera de compensar los mayores precios que enfrentara la población vulnerable. La salida fácil que ha utilizado casi siempre la política argentina ha sido el de mantener o profundizar las barreras, pero entonces, nuestro saldo exportable no crecerá.
Resumiendo, una de las principales cartas que tiene Argentina para presentarle al mundo es la adopción de una nueva estructura de incentivos que acelere la producción agropecuaria y, por ende, nuestra exportación de alimentos. Sin embargo, esta nueva estructura de incentivos originara un aumento de los precios reales internos con consecuencias negativas serias sobre la enorme fracción de la población que actualmente ya vive en condiciones de pobreza y desnutrición. A mi modo de ver, este aumento de precios debe ser compensado si se quiere minimizar los riesgos de creciente malestar social que podrían afectar la implementación del programa de reformas.
