La entrevista que hoy publica ABC con Paul Richard Gallagher, responsable de la política exterior de la Santa Sede, es esclarecedora ante la creciente persecución que vive la Iglesia católica en Nicaragua desde el retorno al poder del dictador Daniel Ortega. El anticlericalismo, los ataques directos a la Iglesia, o la persecución de religiosos y laicos, se han acentuado en los últimos meses con el encarcelamiento del obispo Rolando Álvarez como cénit de esta estrategia de amedrentamiento. El pasado febrero, Álvarez, que se había negado a abandonar el país, fue condenado a 26 años de prisión como símbolo de la resistencia frente a Ortega; y en marzo, el Gobierno decidió unilateralmente romper relaciones diplomáticas con El Vaticano, cerró la sede de la Nunciatura en Managua, y retiró a su embajador ante la Santa Sede. Hoy, como sostiene Gallagher, la Iglesia se mantiene abierta a cualquier solución «con diálogo y paciencia», que es exactamente lo que el odio que practica Ortega le niega.