La primera ministra de Nueva Zelanda rompió paradigmas con su forma más humana y empática en el ejercicio del poder, y lo hace aún más con su renuncia y la humilde admisión de que “no tiene la energía suficiente” para aspirar nuevamente al cargo. La más joven ministra en la historia de Nueva Zelanda asumió el cargo con 37 años, se caracterizó por ser una corajuda líder que no temía incluir el corazón, la empatía y la comunicación directa en el ejercicio del poder.
En sus más de cinco años en la jefatura de Estado, enfrentó la pandemia y esto la lanzó a la palestra internacional como uno de los siete casos de éxito en el manejo de la salud en el mundo, pero debió afrontar la impopularidad que sus políticas de aislamiento y vacunación obligatorias provocaron, especialmente, de grupos antivacunas. Hizo frente a varios atentados terroristas, entre los más relevantes, los acaecidos contra la mezquita Christchurch; y a los embates de la naturaleza, como la erupción volcánica del White Island.
Tras años en extremo retadores, se constituyó en la segunda mujer en dar a luz en el ejercicio del cargo, después de Benazir Bhutto, pero, a diferencia de esta, no ocultó su embarazo, Ardern lo compartió abiertamente con la gente y si tomó licencia de maternidad por seis semanas. Su compañero Clarke Gayford, popular presentador televisivo, se convirtió en un progenitor que se quedaba en casa, abriendo así un nuevo capítulo de lo que es la corresponsabilidad parental.
Si bien una salida anticipada en un sistema parlamentario no es inusual, rescato como diferente en la renuncia de Ardern el definirlo como un asunto de responsabilidad, el no ser la mejor opción para el país en este momento y dar a entender que puede ser víctima de un “sobreagotamiento”. Los problemas de sobreagotamiento y alta exposición al estrés son considerados como la pandemia tras la pandemia, y eso permite traer la salud mental a la mesa y reafirmar su valentía al reconocer su vulnerabilidad.
Por último, no puedo dejar de transcribir su profundo mensaje: “Espero dejar en los neozelandeses la convicción de que se puede ser amable, pero fuerte; empático, pero decisivo; optimista, pero focalizado. Y que se puede ser ese tipo de líder que sabe cuándo es el momento de irse”.
La autora es politóloga.
