Era clavada a su padre. Tenía los mismos ojos expresivos y un poco saltones bajo la misma frente ancha, enmarcados -eso sí- en una melena rubia. Simpática y muy divertida, Maya Picasso siempre tenía claves relevantes sobre la obra de su padre. La hija y modelo singular del genio malagueño ha fallecido esta semana. En 2004, el día en que 'Muchacho con pipa' se convirtió en el cuadro más caro de la historia (desbancado luego por el polémico 'Salvator Mundi'), Maya me contó por teléfono que el joven modelo era un pillo muy simpático del barrio de San Germán de los Prados al que Picasso quiso retratar sentado en un cajón, y que días después dejó una tertulia abruptamente porque se le ocurrió la genialidad de añadirle una corona de flores: «Nunca había hecho algo así. Y tal cual lo dejó, ¡qué maravilla!» La había conocido años antes, en un almuerzo celebrado en Madrid, en el que la veía gesticular pensando si el pintor hablaría igual, aunque con acento malagueño en lugar del deje franchute. Aquel día contó muchas cosas de cómo era vivir en la casa llena de visitas. Y de cómo era la nostalgia del Picasso exiliado : aparecía en largas sobremesas taurinas y también algunas veces en algún objeto. Maya recordaba una botella de Rioja que alguien les trajo. Picasso se la quedó un rato mirando y acariciándola, absorto. «Estaba emocionado, perdido en sus recuerdos. Ese día para él esa botella era España».