Si la denuncia de Emilio Lozoya hubiera relatado hechos reales y sustentados, muy probablemente me hubiera encontrado con palabras parecidas cuando llegué a tomarle las fotografías en el Hunan.
Tras haber presentado mi libro Con la frente en alto. Un testimonio contra la impunidad y estar dando entrevista tras entrevista, me di cuenta que su actitud, sí, la de Lozoya, ese 9 de octubre, lo describió de cuerpo completo. No sólo delató lo que ya sabemos, que es un poco hombre, sino que se sabía culpable, que se sabía un impostor y que no podía sostener sus palabras con pruebas, menos podría sostener la mirada a una de las víctimas de sus mentiras y falsedades.
Imagínese… de haber sido ciertas sus palabras, lo primero que debió hacer sería haberle marcado al fiscal Gertz Manero o, de menos, al subprocurador Juan Ramos, así como a sus abogados y decirles “aquí está esta corrupta que seguramente me vino a increpar, a reclamar haberla exhibido como lo que es, ¡una corrupta!”.
Y acto seguido las autoridades, todas, al menos me hubieran sacado una orden de restricción para no acercarme al héroe de la lucha contra la corrupción y la impunidad, y luego, seguro, me hubieran acusado de quererlo matar o, por lo menos, dañar físicamente o lo que se les pudiera ocurrir.
Como lo digo al inicio de mi libro:
Desde las peores intenciones de dañar de los Lozoya y otros rostros ocultos, yo saqué lo mejor de mí. No lograron acabar conmigo, sino hacerme más fuerte.
Por mi integridad, amor de mamá y principios, hoy puedo salir a la calle y no bajar la mirada ante nadie. Camino de la mano con mi hija con el orgullo de haber alzado la voz para defender mi dignidad, nuestra dignidad.
Dignidad, algo que usted, señor Lozoya Thalmann, por más influencia, por más poder, por más que se humille falsamente ante el poder para lograr sus objetivos, jamás podrá hacer. La infamia a su apellido la comenzó su hijo y la siguió usted, para siempre, con sus acciones. Lo que hicieron: conspiraron, fraguaron o como quiera llamarle, será algo que los perseguirá por siempre.
El teatro judicial más importante jamás intentado en México
Las mujeres somos el mayor error de cálculo del hombre en términos familiares, políticos y sociales. Ahí están Helena de Troya o la Güera Rodríguez y la Corregidora; las mujeres siempre en las guerras más antiguas, revoluciones sociales e independencias. Como esposas, madres y amigas podremos tener fallas, pero como enemigas somos perfectas.
¡Al mentiroso lo que pida!
Lo que quedó claro con la foto que tomé en el Hunan fue lo que faltaba saber realmente. Lo que se intuía, pero no se había documentado: los beneficios que la 4T le estaba dando a Lozoya a cambio por mentir.
Ya no hay duda: para que la mentira y la narrativa perdurara era necesario esconderlo y darle al criminal/charlatán gusto en todo: ni una imagen desde su regreso a México, no pisar la cárcel, no sentarse en un juzgado, firmar electrónicamente, etcétera.
Increíblemente, hoy la FGR mantiene, simultánea y paralelamente, dos narrativas totalmente excluyentes y que se anulan una a otra.
Por un lado -pongan toda su atención-, el 3 de enero de 2022 la FGR, con base en al menos 56 medios de prueba, lo acusó formalmente a él (Lozoya) y a su familia de ser los únicos beneficiarios del dinero, del cochupo de Odebrecht.
Sin embargo, el mismo MP sigue sosteniendo que, por ejemplo, Carlos Treviño recibió 4 mdp, a pesar de no tener una sola prueba, no haber votado la reforma energética ni haber trabajado en Pemex al momento de los hechos. A la FGR no le salen las cuentas ni la historia.
Otro ejemplo: Jorge Luis Lavalle, tras un año cinco meses de tenerlo en el Reclusorio Norte, le cambiaron la medida cautelar a brazalete electrónico, sin una sola prueba en su contra, ¿pues no que el dinero sólo se lo quedó la familia de Lozoya y Lozoya?
Y finalmente, cómo dejar de mencionar el caso de Ricardo Anaya, quien a su última audiencia no se presentó y no pidieron que se librara orden de aprehensión en su contra. ¿Será que nada más lo traen en stand by para que no le den los tiempos para defenderse o pedir un amparo y estar listo para el 24?
Esta farsa, en el fondo, era para no cumplir con T-MEC en materia energética, porque la reforma se había aprobado con sobornos y corruptelas.
La palabra tiene un valor
La palabra construye, destruye, mancha o tizna. Las palabras cuentan, cuentan mucho. Las palabras no se las lleva el viento. Y las de Lozoya, además de dichas, quedaron impresas en una oscura acta judicial.
Y por las palabras de un criminal fui agredida desde el poder. Fui juzgada sin juicio de por medio y en las redes sociales me lincharon.
La mejor manera de definir Con la frente en alto es estableciendo precisamente lo contrario; es decir, lo que no es.
No es periodismo de investigación, como lo hace insuperablemente Sergio Aguayo, no es una crónica de ambiente judicial a la manera de Leonardo Sciascia, no es un libro de los llamados de coyuntura o de actualidad, como los de Pilar Urbano, pero, sobre todo, no es un libro de secretos inconfesables ni un libro para generar escándalo.
Es un testimonio personal, son mis experiencias, mis miedos, mi frustración, mi valor, entendiendo a éste como el haber actuado a pesar del miedo, de la incertidumbre, de avanzar sin poder ver el camino y de cómo, decisión tras decisión, paso tras paso, hoy Lozoya está en la cárcel y yo dando la batalla.
Callarme no era una opción, nunca lo fue, sin importar que lo que me imputaban no era un delito y que no tendría consecuencias legales… bueno, no debiera, pues habría que preguntarles a los científicos de Conacyt, Rosario Robles, Murillo Karam…
Vivo de mi prestigio, de mi palabra, de mi independencia y de la calidad de mi información. Pero, además, haberme minimizado como mujer, como periodista y reducir la información de mis columnas a algo que se compra con una bolsa, fue misógino. Fue vivir la discriminación de género y la violencia política en todo su esplendor.
Para mí, todo estaba en juego
El 3 y 17 de enero veremos si la FGR y la 4T deciden actuar conforme a derecho y comenzar el juicio contra Lozoya o si seguirán haciendo el ridículo, al convertir al ícono de la corrupción de EPN en el ícono de la impunidad con AMLO.
Lo cierto es que Lozoya no saldrá por dar las pruebas de sus dichos.
Feliz Navidad y un gran 2023. Nos leemos en enero.