Crecimos creyendo que el fútbol ocurre en un rectángulo verde y que solo 22 personas son las que parecen ocuparlo, pero tal afirmación no podría ser menos cierta.
El fútbol sucede en uno, en los revoloteos del estómago y en el éxtasis que provoca el gol o la desolación (que podría parecer absurda pero nadie manda al corazón) ante un partido perdido.
Johnny Chaves siempre lo tuvo muy claro, pues el fútbol sucedió en él como espectador, como jugador y como entrenador. Su vida la dedicó para descifrar un misterio siempre voluble: cómo se mueve la pelota y cómo deben moverse quienes la patean.
Esa profunda, cambiante y extensa investigación lo acogió hasta el último de sus días: el 19 de agosto del 2022. Retirado de los banquillos a la fuerza por un cáncer de colón, el entrenador falleció a los 61 años, dejando una pérdida que conmovió a todos los que lo vimos dirigir con energía y astucia cada miércoles y cada domingo en el fútbol costarricense.
Don Johnny no se perdía en el radar del balompié nacional: siempre se comportaba como un caballero, nunca ponía excusas fáciles ni quería sacar a sus rivales con juegos mentales fáciles y sucios, como otros acostumbran.
Así logró clasificarse 12 veces a rondas finales, llegó a una final de Liga Concacaf y debutó entre 80 y 90 jugadores desde el 2005, cuando comenzó su carrera en el banquillo.
Chaves dirigió a los equipos de Santos de Guápiles, Municipal de Pérez Zeledón, las Panteras de Grecia, el Club Sport Cartaginés, la Asociación Deportiva San Carlos, Barrio México y, en el plano internacional, fue el técnico del Deportivo Mictlán de Guatemala.
En todos estos proyectos deportivos, nunca contó con grandes presupuestos y aún así hizo brillar a sus fichas a punta de sagacidad.
Sus logros más visibles fueron al mando del Santos, donde se convirtió en el primer entrenador en meter en semifinales a un club no tradicional cuatro veces al hilo. Además, jugó en dos ocasiones en el certamen de clubes de Campeones de Concacaf y hasta disputó la final de la Liga Concacaf.
Tras casi 17 años ininterrumpidos como estratega, su legado es único.
Johnny Chaves hizo milagros con muy poco y nunca necesitó de un título para demostrar su valía
Johnny Chaves Arias nació el 26 de setiembre de 1960 en Hatillo, siendo el mayor de su familia y creciendo en una zona cargada de cafetales, donde desde pequeño convertía ramas de bambú en porterías para jugar y matar la fiebre de una pasión que venía desde su concepción.
Según contó a distintos medios, Chaves creció y quería ir más allá de ser un simple “mejenguero”. Fue portero de fútbol sala en los clubes de San Miguel, Sagrada Familia, Universidad de Costa Rica y La Unión de Tres Ríos, y logró culminar su carrera profesional en el club de fútbol sala de Toronto, en Canadá.
Aquella experiencia lo hizo pensar en que no podía continuar su vida si no era al lado del fútbol, así que hizo sacrificios monetarios para irse a estudiar a Europa y traer el conocimiento a la liga criolla.
Tras graduarse como bachiller de educación física en la Universidad de Costa Rica, tomó un vuelo transatlántico que lo llevó hasta la Universidad de Leipzig en Alemania y a la Federación Holandesa de Fútbol, donde obtuvo sus licencias internacionales como entrenador.
Volvió al país para integrarse al Municipal Pérez Zeledón y desde allí empezaría a construir su historia: 602 partidos de primera división hasta su retiro en el 2022, cifra que lo convirtió en el cuarto entrenador con más partidos en la historia del fútbol nacional.
¿El secreto de su perseverancia? “Aprender de los errores”, decía.
Oscar Alegre, quien fue su asistente por 13 años, le contó al periodista Cristian Brenes que don Johnny era la definición absoluta de apasionado por el deporte.
Johnny Chaves retratado por quien fue su asistente durante 13 años
Alegre contó que en la época en la que compartían apartamento, no había forma de que Johnny parara de hablar de fútbol. En ocasiones, él cerraba la puerta de su cuarto y pensaba que el tema terminaba ahí, pero don Johnny insistía en seguir hablando de los partidos.
La relación entre ambos, tejida a través de la pelota, hizo que fuera constante que el propio Alegre le tocara la puerta a medianoche para conversar sobre alineaciones y posibles estrategias.
“Nunca repetía un ejercicio en las prácticas, planificaba cada detalle de los entrenamientos y era tan competitivo que no le gustaba que nada saliera mal”, contó.
Esa manía por pisar el césped, levantar la mano, gritar para girar instrucciones y hacer anotaciones en la pizarra es algo que se mantuvo con él incluso en su batalla contra el cáncer.
Cuando fue operado en diciembre del 2021, don Johnny contó que se sentía satisfecho de tener un televisor en el pasillo del hospital. Allí, acostado y convaleciente, podía estar en contacto, aunque sea a través de una pantalla, con el amor de su vida.
“En el hospital muchos me conocían, hablamos de fútbol y de la vida. Con los doctores y enfermeros bromeábamos sobre fútbol también, me daban sus opiniones y eso hizo que fuera muy llevadero”, contó en otra entrevista.
Dentro de esas opiniones, Chaves tuvo una reflexión muy particular, casi que excepcional dentro de quienes viven el deporte en primera línea.
Al comienzo de su carrera, logró un subcampeonato con Pérez Zeledón y, desde entonces, dijo que no se obsesionaría con un título nacional. Para Chaves, su felicidad era superar obstáculos.
“Lo que hice con mi grupo de trabajo en los lugares en que estuve fue fortalecer la liga menor, capacitar a los entrenadores y darle espacio a los juveniles, pero consolidarlos y madurarlos, no alinearlos solo por hacerlo”, expresó en otra conversación. “Esa es la única posibilidad que tienen los equipos de bajo presupuesto de acercarse a la élite del fútbol. En mi caso, busco dejar algo y no pasar por pasar”.
Y así fue. Johnny Chaves siempre fue un campeón que no necesitó ninguna corona.