El 6 de febrero de 1971 fue un día relativamente tranquilo para el deporte estadounidense.
Por CNN
Los Bucks de Milwaukee, de Larry Costello, barrieron a los Warriors de San Francisco, en la NBA; los Bruins de Boston derrotaron a los Sabres de Buffalo para continuar con una racha de ocho partidos invictos, en la NHL, y Arnold Palmer hizo un tiro de 68 para empatar en el liderato del Abierto de Hawai.
Nada fuera de este mundo se podría decir, incorrectamente. Porque a unos 380.000 kilómetros de distancia, Alan Shepard estaba jugando al golf en la Luna.
Las hazañas de Shepard en el Apolo 14, la octava misión Apolo con tripulación y la tercera en aterrizar en la superficie lunar, fueron transmitidas a los televisores de la Tierra en imágenes granuladas y dejaron atónitos a los espectadores, incluyendo a los controladores de la misión en Houston.
Shepard, un ávido jugador de golf, había pedido a Jack Harden, un profesional del River Oaks Country Club, de Texas, que le construyera un palo modificado. La creación resultante, una cabeza de hierro Wilson Staff Dyna-Power 6, se guardó en el traje espacial de Shepard para el lanzamiento, con unas cuantas bolas escondidas en un calcetín.
Nada de esto figuraba en el inventario de la NASA. El programa Apolo costó casi US$ 25.000 millones, unos US$ 246.000 millones actuales, según un análisis de 2019 de The Planetary Society, lo que dio un nuevo significado a la frase “el tiempo es oro”. Con minutos que valen millones, los calendarios de las caminatas lunares siguieron una estrategia meticulosamente diseñada para asegurar la máxima eficiencia.
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