Suena intenso el arranque de la campaña electoral oficiosa que promete ser feroz como pocas, si alguna vez han dejado de serlo en los últimos años. Es evidente que Pedro Sánchez se prepara para revalidar su triunfo al frente del PSOE con pasos medidos. Ha visto aprobados los Presupuestos con un apoyo mayor aún que el de su investidura: casi el doble de los votos que obtuvo su partido en 2019. Y es que el Gobierno ha sacado adelante leyes progresistas de las que ponen de los nervios a la derecha. Campaña en marcha, prematuramente, los pronósticos que se distribuyen apuntan al mantenimiento o la ruptura de la coalición de Gobierno. Les advierto que soy una periodista rara que no anda por los “mentideros” pero lee, oye (salvo tertulias), pregunta, se fija, recuerda y deduce. Y en ese contexto se ven indicios claros y resultados oscuros que excluyen por completo la adivinación con bola de cristal.
Este gobierno ha sufrido avatares muy serios. Algunos, comunes a muchos otros países: una pandemia que obliga al primer confinamiento mundial de la historia y una guerra en suelo de la propia Europa. España añadió tragedias como la erupción del volcán de la Palma y sobre todo una férrea y sucia oposición que incluye a poderes que no se presentan a las urnas, como el mediático o el judicial. Lucharon contra la formación del Gobierno desde antes de formarse y sin pausa ni pudor desde entonces a hoy, y lo que quede hasta el día de las próximas elecciones: en noviembre como muy tarde, probablemente antes.
Y de ahí venimos. Y de sus antecedentes. Y es imprescindible saber a dónde vamos y cómo. Tras la moción de censura a Rajoy, el PP de Casado -y el Madrid de Ayuso por cierto- registran el peor resultado de su historia. El establishment quiere una coalición PSOE/Ciudadanos que Unidas Podemos no apoya, cargando por ello con duras críticas. El tiempo transcurrido permite confirmar que Ciudadanos era un bluf al servicio de la derecha más reaccionaria sin otra entidad. Toda la derecha, incluidos destacados nombres del PSOE -que ya le habían dado a Sánchez un golpe interno por no querer investir a Rajoy en su día-, se moviliza para frustrar la coalición que ahora mismo está en el Gobierno de España. Pero, antes, por si suena la flauta y obtiene mayoría suficiente, Sánchez habrá de disolver las Cortes y convocar otras elecciones tan solo siete meses después.
Y la flauta no sonó. Recordemos una vez más lo sucedido: PSOE y UP bajaron en votos pero pudieron formar gobierno, el PP se recuperó, Ciudadanos se quedó en la nada y Vox dobló sus escaños holgadamente. Este cuadro debería presidir las reuniones del Consejo de Ministros y estar enmarcado en la mesilla de noche de sus líderes.
Somos fruto del año 2019. La nueva composición del Parlamento ha introducido la violenta crispación de la ultraderecha crecida y de un PP que ha cambiado a su líder porque echó poco menos que a patadas al anterior y suma agresividad al debate como estrategia. Informativos sesgados dan mucha menor importancia a tamaña crisis y prefieren destacar a toda portada, voz y Telediario lo que ocurre en la coalición progresista que dirige el país desde La Moncloa.
Este gobierno ha tenido algunos fallos, sin duda, e incumplimientos –la Ley Mordaza sigue vigente, por ejemplo-, pero ha solventado circunstancias muy duras que afectan a toda la sociedad, sacando adelante más de 170 iniciativas legislativas. Ha subido el salario mínimo como nunca antes. Ha implementado impuestos más progresivos aumentando la aportación de quienes más tienen —a las energéticas, a la banca y a las grandes fortunas— y leyes que han levantado chispas en su avance de terrenos democráticos como la eutanasia o la defensa de la infancia y los derechos de la mujer. Todos lo sabemos, salvo los que solo se guían por la televisión o los medios en permanente campaña a favor de la derecha. No es solo propaganda: manipulan y la desinformación se ha convertido en uno de los problemas más graves para la sociedad y la democracia.
En este contexto y en este clima sorprendería que Sánchez o sus asesores vuelvan a soñar con una mayoría suficiente para gobernar en solitario con apoyos puntuales y en un giro “al centro”. La derecha de su partido, además, está ya tan escorada en barones como García Page o Lambán entre otros, que es indistinguible del PP: hacen declaraciones incendiarias contra él que la derecha mediática utiliza. Ahí tiene una brecha.
La crisis de la izquierda es cierta. Dramática. Con tensiones entre los líderes que les alteran personalmente en mayor o menor medida. Quebrar esa coalición parece una gran torpeza. Estimo en Yolanda Díaz una capacidad superlativa para negociar y conseguir acuerdos difíciles. Es la política más valorada en los sondeos. Sorprenden en cambio las dudas en su liderazgo y las influencias que se perciben. El hecho en sí de las influencias y el origen de algunas de ellas. ¿Podría gobernar Sánchez con Sumar y Más País?
Alguien que tanto contribuyó al triunfo de Sánchez como su asesor Iván Redondo escribió hace poco en La Vanguardia: “Si Sumar de Yolanda Díaz no apuesta por el motor Podemos, su coche no saldrá del box. Y añadimos: no hay otra vía. Los que susurran lo contrario y no saben cómo hacerlo deberían apartarse."
Podemos sigue siendo el centro de las dianas de la derecha y de parte del PSOE, en particular Irene Montero. ¿Podría ser cabeza de cartel? La campaña contra ella sigue siendo brutal. Y muestra firmeza, decisión, no se amilana. Han esparcido un odio hacia ella, sin embargo, que reedita con sesgos algo diferentes el que deparan a Pablo Iglesias. Muchos adeptos ambos, mucha movilización en contra. Menos, para Ione Belarra, aunque también. Ser de Podemos lo han convertido algo así como en una lacra. Hay que ver lo que cuesta en España cambiar algo. Y puede que también se resientan de la división con Yolanda Díaz.
En ese caso, queda la derecha con el campo libre. Feijóo está prácticamente amortizado. Aunque los conservadores fichan en las urnas, los mentores pueden preferir evitar riesgos y apostar por la popularidad fabricada y blindada de Ayuso. Como se preveía en febrero, a la llegada de Feijóo, Cayetana Álvarez de Toledo se apunta a resucitar políticamente y a decir barbaridades que compitan con su colega Ayuso. De grueso nivel ambas. Casi apagan las de Feijóo. Ambas han recurrido a todos los tópicos del populismo de ultraderecha made in Franco. Dictaduras, conspiraciones, su España que peligra y ellas, cada una, las salvadoras. Es grave. Lo de Cayetana, que se sigue perfectamente en su línea de bulos, parece más una declaración de sus propias intenciones.
Mientras, la favorita, Ayuso, dispara bulos burdos con la complicidad de la prensa a su servicio y muestra con hechos qué nos esperaría en España con su presidencia: lo que tenemos en Madrid. Un destrozo descomunal de la sanidad pública, que pone en peligro la salud; dinero –nuestro- para educar en colegios privados a los hijos de las élites, manipulación desorbitada en la televisión a imagen de Telemadrid. Cambios drásticos de la realidad amplificados por sus altavoces mediáticos. Revocación de las leyes progresistas. Bajadas de impuestos (a los ricos) aunque se hayan llevado por delante al gobierno británico, porque no se ha inventado tener servicios públicos sin dedicar el dinero de los contribuyentes a esos objetivos. Hasta ese halo mesiánico que se han inventado para ella ahora, en la performance religiosa de la Puerta del Sol, que recuerda el final del mandato de Trump. Se puede dejar morir a más de 7.000 ancianos sin asistencia médica pero decir, sin pestañear, que España ha de recuperar "la cultura religiosa". Cayetana podría volver de portavoz, a competir con ese Vox desatado en improperios que igual plantaba un vicepresidente del estilo de García Gallardo en Castilla y León: Abascal.
Y de aquí a que se celebren las elecciones, todo tipo de encuestas manipuladas tendentes a influir en el voto desinformado, el desinformado previamente por los medios que están para eso. Mucho cuidado, que van a por todas sin pararse en nada. Las fuerzas no están igualadas en absoluto, ni les guían los mismos intereses.
Francamente, la izquierda tiene la obligación moral de entenderse. De frente, sin perderse en vericuetos accesorios. Por el bien de la sociedad que ha de guiarles como objetivo. El gobierno progresista ha funcionado en tiempos revueltos, hasta sin amor. Lo han hecho bien aunque cada día les echen sacos de fiemo desde portadas, púlpitos y pantallas. Reediten, sensatamente. Con tanta furia y trampa alrededor, igual no se está para más cambios en ese lado. Negocien: proyectos, reparaciones pendientes, cuotas. Los medios dignos, aplíquense a informar. Los ciudadanos, a informarse. Intente la derecha decente en ser conservadora y homologable, no agriamente retrógrada y tramposa. Pónganle coraje y razón. Si hemos sobrevivido con logros a tanta invectiva ya está más del doble del camino hecho.